¡Un nuevo libro de Guillermo Prieto! Aunque, en realidad
anduvo por ahí rodando más de ciento treinta años. Ni siquiera lo vio Boris
Rosen, el compilador de las obras completas de este cronista. Son textos que
escribió para la revista La Colonia
Española en 1879, casi esclavo del editor que le dio casa y trabajo, Adolfo
Llanos. Con razón de este año casi no se sabía nada del escritor de la Ciudad
de México. Tenía que estar semana tras semana meditando de qué escribir. No era
poca cosa; yo no sé bien contar ni medir textos, pero calculo que eran más de
treinta cuartillas a la semana. La mitad de ellas (o sea, el “Cuchicheo
semanario”), eran noticias de actualidad, con lo que pasaba en los teatros, en
las editoriales y en la sociedad poblana. ¡Qué aburrido! Subrayé un dato con el
fin de comentárselo al autor, si es que me lo encuentro por ahí, en las calles,
siempre buscando qué escribir. Tal vez la otra semana, ahí quedará el número de
la revista. Quizá el otro mes. Van muriendo los meses, los años y los hombres.
Quién sabe dónde quedaron las generaciones y sus inquietudes. ¡Ya ni las
revistas aparecen! Es una tristeza, pues este autor ponía mucho empeño en el
porvenir. Sus crónicas de costumbres eran una carta a sus lectores, que se
querían ver reflejados en este espejo que destacaba defectos, ¡rarísimo gusto!,
allá ellos. Pero también eran una carta al porvenir, para satisfacer la
curiosidad de nosotros, por un mundo desaparecido. ¿En dónde se habrá
extraviado esa curiosidad? Ya no la encontramos, en algún cambio de siglo se
nos habrá caído. Eran desde el principio, artículos de colección. De hecho, se
vendían aparte, como cuadernillo de esta revista, un tesoro para los lectores.
Hay leyendas prehispánicas, poemitas satíricos sobre nuestros defectos,
noticias históricas de la ciudad de Puebla y de México, y sobre todo (esto es
lo más preciado): retratos de personajes, viejas mochas, hombres que logran ser
ilustres quién sabe por qué. Es el caso de “La rifa de santos”, crónica en que
una serie de devotas se reúnen a rifar entre ellas el santo que las cuidará ese
año. Y el de “Facundo Persaltum”, un asombroso retrato de un hombre que logra
ser ilustre sin ser inteligente, o más bien, justo porque no es inteligente. La
compiladora de este volumen cumplió un viejo deseo mío: ponerle notas a las
crónicas de Guillermo Prieto. Aunque a veces se excede en poco. En algunos
casos nos hace una llamada a una nota para indicarnos que Homero fue un poeta
griego de la antigüedad o Benito Juárez, un importante presidente mexicano del
siglo XIX. Es por eso que la intuición debe de trabajar más que la erudición en
un oficio como éste. Las ediciones de la colección Al siglo XIX ida y regreso
me han vuelto un experto en notas al pie, al grado de que podría dar una
conferencia sobre el tema. Pero por suerte no es mi tema. Me llama más el tema
de las palabras, las numerosas palabras que surgieron por un tiempo y que se
extinguieron sin que uno sepa bien a bien de dónde vinieron. Quién sabe por qué
un “gregorito” es una broma pesada, pero en este sentido usa esta palabra. Veo
que ya en 1879 se usaba la palabra “revolufia”, pues creía que era una manera
de referirse a la Revolución Mexicana. Y “escarabajear” es escribir mal, haciendo
rasgos mal formados. ¡Qué fantástico! Es eso exactamente lo que hacen mis
pensamientos cuando los pesco para traerlos de las patas y ponerlos en mis
textos.
Guillermo Prieto. Los “San Lunes de Fidel” y el “Cuchicheo semanario”. Guillermo Prieto
en La Colonia Española (enero-mayo de
1879), edición crítica, estudio preliminar e índice, Lilia Vieyra Sánchez,
con la colaboración técnica de Carlos Alberto López Villegas y Arturo David
Ríos Alejo, presentación de Guadalupe Curiel Defossé. México, UNAM, 2015. (Col.
Al siglo XIX ida y regreso)
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