Georges Perec nació en los alrededores de París, en 1936, y murió en 1982. En muy pocos años escribió una obra que se desdobla y que potencialmente puede multiplicarse, dado que obedece a reglas que permiten el desarrollo casi infinito de posibilidades de escritura. Es decir, una propuesta de forma que va creando sus propios contenidos. Pero ésta es una puerta que se abre a un mundo demasiado grande, en el cual no me había interesado antes. En realidad, tampoco ahora. Por lo que la cerraré para concentrarme en este libro, aunque en realidad no lo haré, puesto que se trata de un libro que tiene sólo un lector ideal, es decir: el propio autor. Son 124 sueños soñados entre 1968 y 1972, ordenados cronológicamente. Leyendo sus páginas podemos ir entresacando varias conclusiones. La primera de ellas, que un libro de sueños sólo interesa al que los sueña, entrevé sus reales significados y entiende lo que el sueño quiere decir. También, que el sueño tiene una vida corta en la vigilia, por lo que se tiene que escribir antes de que se disuelva. Dado que este libro contiene un índice temático, vemos que el inconsciente tiene asuntos, colores y objetos favoritos. El autor despoja sus sueños de cualquier misterio, ya que los relata de manera sucinta, con las emociones recortadas. Pero también, este prontuario onírico hace pensar que el inconsciente goza dictando sus historias. En realidad, proyectando su película, de ahí el título del libro. Somos sus espectadores cautivos, y lo que es inquietante en el sueño lo es sólo para nosotros. Tienen estas historias nocturnas notables carencias argumentales, las historias que iban tan bien, que tanta emoción nos causaron, son pésimas historias una vez que se despliegan con ayuda de la prosa. Si en vez de ser nuestro inconsciente, fuera un escritor en busca de editor, le diríamos: “Trabaje más su argumento. Hay una promesa de una buena historia pero no se cumple”. Eso se debe a que tiene las costuras salidas por todos lados. Una cosa más: los sueños se cuentan en presente. Por alguna razón, nos continúan pasando a lo largo del día, aun cuando su condición es borrarse constantemente. Parece que no es bueno mi concepto del sueño. Sin embargo, la escritura busca quizá alcanzar algo que sólo el sueño logra quién sabe de qué modo, y es esa sensación de extrañeza con que tiñe todo. Cada elemento del sueño nos es conocido y desconocido a la vez. ¡Si pudiera hablar de mis sueños! Apenas hace unos días tuve uno muy curioso, lleno de calles que recordaban tantas cosas buenas de la vida, hasta un aroma entrañable de plantas nocturnas. Incluso lo llevé a la mesa de disecciones del psicoanalista, para conocer su secreto. El sueño resultó representar una promesa de felicidad. Quién sabe cómo me evadí de ese sueño por entre el laberinto de sus calles, lejos de las manos del inconsciente, el cual monta todas las noches una pequeña pieza teatral que esconde detrás de sí una clave para el misterio de la vida, y que se desvanece cada mañana sin que la podamos recordar.
Georges Perec. La cámara oscura. 124 sueños / La Boutique obscure. 124 rêves (1973), tr. Mercedes Cebrián, 2ª ed. Madrid, Impedimenta, 2010.
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