Para Susana Kin Taniya
Me interesa el Estridentismo, quisiera leer acerca de sus poetas y de su tiempo. No sé, sin embargo, si existe el libro que quiero leer. Tal vez sí, pero no lo tengo entre mis próximas lecturas. No sé si lo buscaré la semana entrante o el mes que viene. Y debiera de darme el tiempo aunque sea para visitarlos, pues fueron entre nosotros quienes se atribuyen haber tenido nuevas sensaciones, la emoción de la tecnología. ¡Contemplar la maquinaria para la construcción, mirar un aeroplano, prender un radio! Hoy que ya no recibimos los frutos de la técnica con encendidas loas poéticas, sino con una profunda desconfianza, volvemos al Estridentismo con una arqueología de nosotros mismos que nos hará meditar cómo es que la ciencia y la poesía deberían de tener una mejor relación. Dicen que Edgar Allan Poe llegó temblando de emoción a presentar su nuevo libro a un editor, un libro que hoy no lee nadie, llamado Eureka, y cuyo tema es la conmoción estética por la ciencia, en su caso por la Astronomía. Volvamos, si me permiten, al asombro de los años 20. Es interesante revisar su instrumental técnico para captar el pasmo. Como se ha dicho antes, sólo que quiero recordarlo aquí, la metáfora fue para ellos la vieja jubilada de la retórica. La imagen –la enunciación de realidades posibles al interior del poema– es la joven que estrena sus encantos. No sé en qué momento esta distinción dejó de ser pertinente, pero todavía sirvió en tiempos de Octavio Paz para organizar aquello que se decía en torno a la poesía. En fin, entremos un poco a Radio (1924), de Luis Quintanilla (1900-1980), porque sus trece mensajes inalámbricos tienen algo que decir. En primer lugar, que es importante saber que en el aire hay voces, en la atmósfera nos sobrevuelan, y allá, lejos, conversan entre sí. El autor del prólogo le da una importancia a esta literatura que con el tiempo se le ha restado. Pero tiene razón, estas voces en la atmósfera, la radio que apenas en 1923 había hecho sus primeras transmisiones comerciales en la Ciudad de México, inauguran la idea de la simultaneidad. Tantas cosas que pasan a la vez. Por ejemplo, mientras camino por esta noche, la luna baila un fox-trot en Nueva York. El viento tiene una densidad invisible, abrumado como está de voces. Sólo que no las captamos, ahora sí gracias a las antenas. De ahí que la imagen del poeta como pararrayos celeste (Rubén Darío) se actualiza para convertirse en antena. ¿Qué es lo que capta? El vértigo de las civilizaciones. Sólo que, desafortunadamente, eso ha quedado un poco superado, ya que la velocidad de la sorpresa y su consecuente horror viaja más rápido que el ánimo poético. En el inmenso cuadrante tratamos de sintonizar almas, las buscamos a través de los átomos y los anuncios comerciales, tendremos nuestros programas de quince minutos para figurar, seremos “mariposas espirituales”. Disgregado en pequeños versos, casi mágicos, se encuentra este poeta, en una especie de monólogo (monólogo de bolsillo). Me hubiera gustado conocerlo, hablar con él de este breve libro que es un testimonio de los buenos tiempos del optimismo.
Kyn Taniya. Radio. Poema inalámbrico en trece mensajes(1924), pról. Alejandro Palma. México, Malpaís, 2014. (Col. Archivo Negro de la Poesía)
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