Esta novela trata acerca de la fiesta que tres hermanos –Andrea, Gabriel y Sonia– organizan para el cumpleaños número ochenta de su madre. Más precisamente, sobre las llamadas previas que entre ellos (y Aurora, la esposa de Gabriel) se realizan para llevar a cabo una cena que, en el fondo, es angustiante para todos. Aunque, pensándolo bien, se trata de la información que van arrojando cada uno de los personajes sobre sí mismos. Y, si lo pienso nuevamente, veo que la trama real tiene que ver con todo aquello que los personajes son incapaces de ver, cegados por sus propias verdades. ¿A qué estas vueltas sobre lo central de una historia? Al tratar de llegar al fondo de cualquier narración se atraviesan capas de apariencias. Uno, como lector, pretende penetrar en ellas para llegar a algo más, si es que eso es posible. Los personajes perseveran, cada uno, en su historia. Por ejemplo, el padre muerto, él es visto como un héroe, como el proveedor de una infancia feliz para sus hijos, les heredó historias, recuerdos, esperanzas en la vida. Bueno, visto desde cierta óptica, porque también pudo haber sido un hombre incompleto, dependiente de la fantasía e incapaz de afrontar la vida. Los coros en la literatura no tienen voces armónicas, sobre todo si están psicoanalizados. Aquí, quien parece estarlo es el autor, por lo que integra un concierto vocal lleno de huecos y contradicciones. Ya dije que los personajes sólo se escuchan a sí mismos. En eso nos parecemos, ya que por lo general escuchamos nuestra propia voz y creemos oír a los demás cuando en realidad perseveramos en nuestra sordera. La verdad no viene nunca de fuera, es un parto de las palabras que chocan consigo mismas. En el caso de esta novela, quienes chocan son las historias de los personajes, siempre dedicados a hablar de su vida. Si cada uno de ellos tiene su propia narración existencial, incompatible con las demás, ¿qué pasará el día del cumpleaños? Luego de no verse por tanto tiempo, sus historias habrán crecido, naturalmente, como maleza, y seguramente no dejarán sitio para las demás. Al único auricular al que no tenemos acceso es al de la madre, por lo que no podemos saber a qué historia se parece, si es una mujer sensata y trabajadora, o un monstruo destructor de destinos. Muy probablemente, es ambas. Es un acierto del autor no llevar a cabo la reunión (también habla de la sensatez de los personajes). La verdad de nuestra vida está hecha de nuestras palabras, las cuales nos protegen, y para hacerlo muerden hacia afuera para destruir a quien esté más cercano. Y de eso está hecho el amor, los retratos familiares que adornan el tocador con carpetas y recuerdos de viajes. En el fondo,Lluvia finatrata de la sordera y de la soledad, del placentero vacío interno al que son confinados estos personajes que gustan de hablar por teléfono.
Luis Landero. Lluvia fina. México, Tusquets, 2019.
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