Fue una larga plática –la oscuridad iba metiéndose por la ventana– la que tuve con Pepe Delgado, publicista y amigo íntimo de Xavier Villaurrutia. Me contó muchos de los secretos de Xavier, pero antes de terminar la conversación algo me dijo de César Moro (1903-1956), el poeta peruano que pasó algunos años en México. No recuerdo, por desgracia, exactamente qué, me parece que alguna vez tuvieron que rescatarlo en su casa porque intentó suicidarse, no lo sé. “Pero por ahí tengo una foto de él que le tomé cuando vino a la casa a visitar a Xavier”, me dijo, “te la voy a mandar”. Casualmente estaba leyendo este libro cuando me llegó esa foto, y como caída del cielo se metió entre sus páginas. Así que por ahí tengo la foto, guardada en un cajón. Un regalo póstumo, pues Pepe murió hace algunos años. Desafortunado en vida en cuestión de ediciones, pues de sus libros se tiraron muy escasos ejemplares, Moro escribió para quién sabe quién, para sus amigos, para sus amores, y quizá, para los Surrealistas, de los cuales formó parte. Llena de enigmas, su poesía puede o no entregar información sobre ella misma. Éste es el primer volumen de una edición de su obra poética completa, lo cual se realiza por vez primera. Prácticamente no tiene notas, no sabemos si entre el gran torrente de imágenes oníricas y amasadas por el inconsciente del poeta hay referencias más concretas de su vida personal. Ahora no importa mucho, se puede nadar sobre sus versos como se nada sobre el mar, ignorando toda la profundidad debajo de nuestros pies. Aun cuando en el caso de la interpretación literaria, caminar sobre las aguas quizá sea lo menos deseable. Yo mismo no puedo abrir ninguna puerta para entrar a la lectura de Moro, no hallaría la salida de su laberinto acuático (casi todo escrito en francés). Muy rápido, en la página 27, el primer poema del libro me ofrece un enigma, de los pocos que puedo resolver. Pero éste tampoco lo pude resolver. El más antiguo de los poemas del libro se llama “Despacio” (1921), pero reconozco en él la letra de un bolero grabado hacia 1939 por Lupita Palomera, y atribuido en ese disco a Abel Domínguez. Puesto que el libro, como dije, no tiene notas, se debe de suponer. Es el primero de la sección “Poemas” (1924-1938), por lo que debe de ser de 1924. ¿Existirá un manuscrito?, ¿lo firma él?, ¿lo incluyó en alguna plaquette o lo publicó en alguna revista? O bien, ¿el editor lo encontró entre los papeles del poeta y lo incluyó en esta edición? Si asi fuera, entonces Abel Domínguez debió de conocer al poeta en México y leyó y tuvo una copia del texto. Pudo haber sido al reves, que el poeta en sus andanzas por México escuchó el bolero (“Desprecio”) y lo copió con su letra en un papel que anduvo revoloteando entre los países y entre los papeles hasta que llegó a las manos del editor y lo puso aquí, al frente del libro. Por lo que se ve en este libro, es un tanto inútil perseguir al autor, ya que dedicó su vida a huir, en primera instancia de sí mismo, de Alfredo Quíspez Asín –su nombre verdadero–, de Perú en segundo lugar, de su pasado, todo en pos del suicidio (“¡quién no sabe que no vivo sino en la esperanza del suicidio!”). Todo eso, sugerido en medio de versos vertiginosos y abundantes, ante los cuales nos preguntamos insistentemente si esas palabras nos dicen lo que quieren decir o, bien, son la bella cortina onírica que aprovecha el autor para huir de nosotros.
César Moro. Obra poética completa I, tr. Armando Rojas, completada por Rosa Ostos Mariño y Paul Biju-Duval, ed. Ricardo Silva-Santisteban. Lima, Sur Librería Anticuaria-Academia Peruana de la Lengua, 2016. (Clásicos peruanos, 7)