Esta novela se dio a conocer en once números de la revista Fraser’s Magazine, entre enero y diciembre de 1844. Yo hubiera sido de los lectores que más ansiosamente hubieran esperado el nuevo número para saber qué más acontecería con la vida de Barry Lyndon, el arrogante joven irlandés que se lanzó a recorrer las cortes europeas con el fin de estafar a todos los nobles posibles. Hubiera gozado, ya hacia la segunda parte del año, leer su regreso al país nativo, en donde destinó sus fuerzas a conquistar a una viuda snob y adinerada, la condesa de Lyndon. Sólo que la palabra “conquistar” tiene aquí un significado militar, bastante alejado de cualquier romanticismo: logra casarse con ella luego de espiarla y aterrorizarla metódicamente. El protagonista busca la riqueza y la nobleza a través de las amenazas y la intimidación de todo aquel que dude de su buen nombre. Debo decir que la gran exquisitez del estilo de Thackeray consiste en mostrar todo aquello que Barry Lyndon oculta fallidamente: el falso pasado ilustre, la justificación de sus crímenes, las confesiones inconscientes… El perfecto retrato del snob. Casi perfecto, puesto que tiene demasiada sinceridad; se le olvida limpiar sus crímenes, pues goza con ellos. Con qué alegría toma posesión de los palacios de su esposa, con el fin de poner vulgaridad en el mundo de los ancestros y de llenar de adornos de mal gusto el frondoso árbol genealógico de la condesa Lyndon. Los lectores de hoy me tendrán que perdonar tanto placer (no así los del siglo XIX, que disfrutaron tanto este libro), pero Barry Lyndon contiene momentos de suprema maldad y crímenes sin nombre. Maldad racionalista, planeada con detalle. En honor del protagonista –entre sus numerosos chantajes, fraudes, amenazas y sobornos–, hay que decir que el crimen más macabro del libro no lo comete él. Es cierto que lo propicia, pues se dedica a endeudar a un joven, el Caballero de Magny a través de las apuestas en el juego de baraja, hasta hacerlo insolvente. Cuando le presenta la cuenta, se descubre que el caballero es en realidad amante de la princesa Olivia, la esposa del príncipe Víctor, en cuya corte ocurre todo este pasaje. Entonces, se nos revela cómo es que toda la servidumbre está infiltrada por el poder, cómo es que todos se espían entre sí, en un mundo de delaciones y sospechas. Así que el Príncipe decide ejecutar su plan, comenzando por mantener en el terror a su esposa infiel, para más adelante, hacer que la lleven a una torre alejada con el pretexto de curarla de sus males provocados por la paranoia, y pedir ayuda a un experto en estos asuntos ––monsieur de Strasbourg–, quien sujeta el cabello de la Princesa con una mano y le separa la cabeza del cuerpo. Con razón Thackeray fue tan aficionado al siglo XVIII, siglo cínico que creó las fortunas que la hipocresía del XIX celebró.
William Makepeace Thackeray. Las aventuras de Barry Lyndon / The Luck of Barry Lyndon (1844), prólogo de J.P. Donleavy, traducción de Rafael Vázquez-Zamora. Barcelona, Bruguera, 1981.
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