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sábado, 4 de enero de 2025

Antología de la literatura fantástica, de Ocampo, Borges y Bioy Casares



De la lectura de la Antología de la literatura fantástica, realizada por Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo, se derivan varias impresiones, algunas fantásticas y otras no fantásticas. Entre estas últimas, me parece que la más importante es la desilusión en cuanto a la variedad de literaturas. Casi puede decirse que esta Antología consiste en poner las obras de los amigos argentinos y una nutrida selección de autores ingleses. Franceses sólo tres, dos estadounideneses, una mexicana (Elena Garro), etc. Además, es un poco imprecisa la definición de “fantástico”, aunque no sé si se deba a cuestiones de época. Entre las primeras (las impresiones fantásticas) casi en primer lugar está la presencia de José Bianco, escritor que no debiera de mencionarse de vez en cuando. De pronto, me doy cuenta de que no está entre los muertos, sino que lo cuento entre los autores vivos. Lo contrario de lo que pasa en su mundo jamesiano, que después de convivir con ellos, nos damos cuenta que eran fantasmas los personajes que nos rodeaban. Sombras suele vestir es su cuento, una especie de soplo frío, complejo, que necesita dos lecturas para revelar el truco de su prosa. Y está el Hogar sólido de Elena Garro, que hace que recordemos por qué su presencia fue tan importante en la literatura argentina de entonces. Voces fantasmales, cuyo fraseo hace evocar las épocas, la manera de hablar de la época del Imperio, las voces modernas de los años 20…, todas encerradas en un enorme sarcófago, dando vueltas eternamente. Pero “fantástico” sería algo así como la presencia de un detalle que hace que la realidad se ponga en duda. Por lo menos, nuestra idea de realidad. Al leer, la pregunta: ¿en qué momento aparecerá ese detalle? Entonces, agradezco a esta antología la presencia de un cuento, Enoch Soames, de Max Beerbohm, exquisito retrato de la época de los simbolistas, del fin de siglo inglés, con sus pintores y sus poetas y su ansia de eternidad. Ansia que lleva al más mediocre de los autores, Enoch Soames a confesarle a un amigo, en la mesa de un café, su deseo de viajar al futuro, cien años después, para ir a la sala de lectura del Museo Británico y saber si su nombre existerá registrado entre los libros de historia literaria.

– Por eso me vendería al diablo, cuerpo y alma.

A lo que respondió el vecino de mesa, levantándose:

–Permítame… Me ha sido imposible no oír.

Naturalmente, el Diablo, siempre atento, siempre de refinados modales victorianos. Y siempre, en estos cuentos, la elegancia de la intrusión fantástica, que, me imagino, era lo que más gustaba a los antologadores, quienes, en una noche de invierno hicieron una lista de escritores admirados. El buen gusto de la intromisión fantástica, seguramente que eso fue muy importante. Los modales de la realidad y su poética. Sí, se requieren refinados recursos literarios para crear el ámbito de lo fantástico. De lo contrario, pasa lo de siempre, que vivimos confinados a aceptar nuestra vida y contarla con algunas burbujas narrativas a las que llamamos “lo inexplicable”.

 

Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Antología de la literatura fantástica (1940), 2ª reimp. México, DeBolsillo, 2023.

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