Creo que los lectores aprendemos del cuento hispanoamericano gracias a las antologías, ya que se trata de un género casi imposible de conocer de otro modo. Sobre todo, cuando sabemos que abundan los grandes maestros en todo el continente desde tiempos del argentino Esteban Echeverría, que dejó las notables pinceladas de su cuento “El matadero” (1839). Aunque considero el libro de Fernando Burgos como uno de los mejores en el tema, también sé que la gloria de este tipo de antologías es efímera, pues los lugares en un índice son cada vez más peleados. Burgos publicó su libro en 1991, lo que quiere decir que ya un gran porcentaje de cuentistas tendrá que abandonar su asiento y pasar a ocupar un lugar en el humus literario. De manera muy injusta, ciertamente. Pero casi no hay en la gran bibliografía del mundo algo tan injusto como una antología. Por casualidad, al ir a guardar este volumen en el librero, encontré uno parecido, el que preparó José Sanz y Díaz para editorial Aguilar, en 1946, de Cuentistas hispanoamericanos. Las diferencias entre ambos nos darán algunos indicios… El volumen de Sanz contiene 72 cuentistas, mientras que el de Burgos incluye 93. Aun así, el más antiguo le dedica un apartado a los cuentistas de Filipinas (que el segundo no contempla). Ninguno de los dos nos habla de Belice, aunque sé que más de la mitad de sus habitantes habla español (incluso un porcentaje mayor que en Paraguay). Pero lo que quisiera saber es qué autores aparecen en ambos volúmenes, porque entonces habría algo así como algunos clásicos indiscutibles del género. Son trece autores los que están en ambas antologías. ¿Cuántos de ellos tienen una presencia en nuestras lecturas? Me refiero a Ricardo Jaimes Freyre, Manuel Gutiérrez Nájera, Ricardo Palma, y algunos otros. Horacio Quiroga sigue siendo indiscutible, pero ¿Rufino Blanco-Fombona?, ¿y Javier de Viana, el uruguayo que escribió setecientos cuentos? Ya lo sé, no tenemos espacio en nuestra memoria. Y no nos atrevemos a caminar solos por el mar de las publicaciones. Ocurre algo más que me preocupa. De vez en cuando aparecen magníficos cuentistas, que no pueden ser comprendidos si no se conoce su tradición. Borges trajo a Lugones. Rulfo trajo a Efrén Hernández. Y así cada cuentista despierta a otros muertos que pasan a ocupar su sitio en el banquete de la posteridad. La tradición, quién lo diría, se mueve. Yo, por lo pronto, sugeriría quitar de las antologías a Jorge Ferretis, que también aparece en la de Seymur Menton y a quien los mexicanos no leemos. Las antologías parecen decirnos que no hay tiempo para todo en la vida, son el Eclesiastés de nuestro tiempo. Por esa razón, me gustaría entresacar dos cuentos: “Mosquita muerta”, del panameño Rogelio Sinán y “Revolución en el país que edificó un castillo de hadas”, del salvadoreño Álvaro Menéndez Leal. Considero que si alguien se interesa por ellos ya habré hecho un acto de generosidad por los lectores.
Fernando Burgos. Antología del cuento hispanoamericano. México, Porrúa, 1991. (Col. Sepan cuántos…, 606)
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