El Korosko es el vapor inglés que iba por el Nilo río arriba el 13 de febrero de 1895, en la novela de sir Arthur Conan Doyle, paseando turistas ingleses, franceses y estadounidenses. Como es común en este tipo de novelas, dichos turistas van cargados de prejuicios, mal carácter y frases ingeniosas. Mientras miran los paisajes naturales y las viejas ruinas, se aproximan a los límites de los dominios europeos. Para ellos, Egipto es un atractivo papel tapiz en sus tardes de té. De hecho, no lo miran atentamente, es apenas un segundo plano para las remembranzas de sus mansiones llenas de jardines, es la oportunidad de sobrecogerse por un momento al pensar que allí, del otro lado del horizonte, comienza el país de lo ajeno. Pero aquel estremecimiento que parecía ser pasajero se cumple en esta historia, pues al llegar a los límites de su viaje, allá donde se alcanzan a ver siluetas amenazantes, son efectivamente secuestrados por un grupo de derviches y llevados a sus dominios con el fin de obtener un buen rescate por sus vidas. Por suerte, existen entre el grupo de derviches algunos fieles a los secuestrados. Uno de ellos, un derviche negro con la cara marcada de viruelas, se acerca hasta el grupo de cautivos para decirles: “Tippy Tilly”. ¿Qué es eso?, se pregunta el coronel Cochrane, uno de ellos. Luego de meditarlo, se dice: “Claro, en su chapurreo es lo más parecido a Egipty Artillery”. No mucho más allá llega el entendimiento de estos prisioneros por el mundo de sus captores. El líder de los derviches, Alí Wad Ibrahim, piensa que es demasiado trabajo llevar a estos cautivos a su ciudad si sus almas no valen nada. Así que les da la oportunidad de hablar una noche con el imán del grupo para que les hable de las ventajas del islam. Si después de esta conversación se convierten al islamismo, serán perdonados; en su defecto, serán fusilados. Esto sería lo más atractivo de la novela: los diálogos entre hombres mundanos del siglo XIX y la religión de Alá. Desafortunadamente, el novelista nos deja fuera estos conceptos, así que nos quedaremos sin saber qué se conversó en esa noche, aun cuando esas palabras no penetraron en el espíritu de los prisioneros, los cuales prefieren antes la muerte que abjurar de su religión. Mientras que a mí me pareció una lectura atractiva, documento para saber qué transformaciones ha tenido el horror por lo otro entre los europeos, a los contemporáneos de Conan Doyle seguramente les pareció algo decepcionante. Es una de las novelas escritas después de la muerte de Sherlock Holmes en las cataratas del Niágara, en 1893, y su resurrección en 1901, en la novela El sabueso de los Baskervilles. Sus novelas se vendían, pero secretamente se añoraba al famoso detective y al doctor Watson. El autor no lo dice, pero hasta estos turistas se aburren en las aguas del Nilo pensando que les gustaría que hubiera más aventuras de Sherlock Holmes…
Arthur Conan Doyle. La tragedia del Korosko / The tragedy of Korosko (1898), trad. Francisca Trepat.Barcelona, Laertes, 1986.
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