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viernes, 19 de abril de 2019

Las burlas veras, de Alfonso Reyes




Existe un libro que se llama Guía para la navegación de Alfonso Reyes. En él se le representa como un mar. Pero también se lo puede uno figurar como un mapa, con diferentes provincias: el estudio de Grecia, su temporada en España, su crítica de cine, sus repentinos paseos por la ciencia, o bien, cientos de textos que no forman país, sino un nutrido archipiélago de pequeños islotes. Éste libro está formado por el afluente más alejado, el de los pequeños textos que publicó al final de su vida, a partir de 1940, y en que encapsulaba erudición mayor pero en pequeñas dosis. Los llamó “Las burlas veras”, título que evoca a Quevedo o a una época lejana. Viéndolo bien, Alfonso Reyes es un escritor como ya no hay. Tiene su extrañeza: escribe y luego escribe sobre lo que escribe. Fue su propio biógrafo, el hacedor de su bibliografía, el organizador de sus libros de Obras completas. Una obra literaria que era, en gran medida, su propio objeto de estudio. Sin embargo, no importa tanto el tema como el tratamiento. Las frases deslumbrantes, las reflexiones que sorprenden, aparecen en momentos inesperados. Así que lo que realmente importa es seguir al autor en sus pensamientos, en ese largo proceso de pensar que recorre sus obras. Puesto que son textos varios, sin ilación ni secuencia, es difícil que despierten interés en conjunto. Brillan de manera individual. Sin embargo, puestos en un tomo de obras completas, sus casi 900 páginas representan lo que pretendían evitar al nacer: dar la idea de la pesadez. ¿Pero qué hacer?, ¿cómo evitarlo? Quizá dejar a los textos volar a su gusto, que se pierdan, abrir las jaulas. Escribir porque sí. Eso, no obstante, no era la intención de don Alfonso. Por el contrario, era cuidadoso con sus textos, taxonomista de su inspiración. Ahora bien, aquí, en este volumen se encuentra quizá la página perfecta, aquella que muchos buscamos y que no sabemos cuándo la producimos si es que la logramos. Se trata del texto “La basura”, ejemplo de epifanía, de poema en prosa, de ensayo concentrado, de revelación del Universo; y ese texto no es más que la contemplación del camión de la basura visto desde la terraza de su Capilla Alfonsina. Pero ese diario ritual no dura mucho, hay que regresar dentro, de nuevo a vivir entre libros. ¿Qué elegiremos hoy? Por ejemplo… la palabra “Porfiriato”. ¿Qué revelará? Término que no gustaba al principio pero que luego fue usándose por fuerza de la costumbre. Si se usa es porque la popularizó Daniel Cosío Villegas en sus libros de Historia. Cosío Villegas, nos aclara don Alfonso, la leyó originalmente en un cuento de Reyes, “Los dos augures”, de 1927. Pero no fue invento suyo, él se la escuchó antes a un viajero mexicano en París. Años más tarde, un amigo le aclaró que el término provenía de un diario maderista, La Nueva Era. Antes la erudición vivía en la memoria, hoy vive fuera de nosotros, en un mundo virtual. Pero dentro o fuera, tiene que ser tratada como un juego (jamás como algo serio) que consiste en ensartar datos contiguos en un collar al cual no podemos verle comienzo ni final.

Alfonso Reyes. Marginalia (primera, segunda y tercera series). Las burlas veras (primera, segunda y tercera series), edición e introducción de José Luis Martínez. México, FCE, 1989. (Obras completas, XXII)

1 comentario:

Uilli Fiodor dijo...

Creo que evoca más bien a Góngora cuando en respuesta a la "Carta de un amigo" (presumiblemente Lope de Vega) recibida al publicar las SOLEDADES, hacia el final dice: "que ya mi edad más está para veras que para burlas"

No se si el maestro Reyes lo haya sacado de ahí.