Nada tan efímero, local e incomprensible como el humor. ¿Quieres ver algo detestable? Investiga de qué ríen los del pueblo de junto. No verás nada tan tedioso como el cine humorístico de otros tiempos y de otros países. Te tendrán que explicar que esa palabra, en ese contexto, es chistosísima. Y que aquella reacción ante ese otro gesto es inesperada. Y en este pasaje, el chiste estaba en que esa palabra en ese idioma tiene dos acepciones, y si la tomas en esa acepción, las personas se sonrojan y se incomodan. Pero, ¿y Marcial y Tin Tan?, ¿Chaplin y Chesterton?, ¿Cantinflas y Rabelais? Ése es el gran misterio del humor, el que trasciende, el que le habla a otras geografías. Aristófanes, si se monta en otros siglos sigue siendo tan impertinente como lo era cuando lo presenciaban los griegos. La Burla es una publicación periódica de Yucatán publicada en los últimos meses de 1860 y los primeros de 1861. Los chistes, las parodias, las novelas cómicas, las sátiras, pasan ante mis ojos sin causar ni una sola risa, pero en cambio pienso en el infierno que debió de haber sido Mérida en los tiempos en que esta revista hacía reír o pretendía hacerlo entre los lectores de los portales de la ciudad. Todo es bueno para despertar suspicacias políticas, y hasta esta revista debió de servir para ello, ya que los redactores de La Burla cobraban en el gobierno de Lorenzo Vargas, quien tomó posesión en noviembre de 1860 luego de derrocar al anterior gobernador, Agustín Acereto. El contexto es mucho más interesante pues Acereto mantenía una guerra contra la insurrección indígena en su Estado. Benito Juárez incluso mandó investigar el tema del tráfico de esclavos en la península, tema que ocupa aparentemente a esta publicación. Más que para reír, este tipo de publicaciones son exhumadas para comprender otras etapas, personas que se parecen a nosotros pero que, en el fondo, son extrañas y casi incomprensibles. Aunque para realizar esa investigación habría que saber antes si realmente los yucatecos se divertían con esta revista. Nada menos gracioso que un grupo de redactores diciendo en cada párrafo: “Qué chistosos somos, vamos a divertir a todos con nuestros chistes, paparruchas y retozos” (pues esos términos utilizaban). A punto de terminar el menos ocurrente de mis textos, hurgo en las páginas de La Burla y encuentro un poema insólito: “La legaña”, que relata la atracción de un moscón por una legaña que vive en medio del ojo de un tuerto. No es chistoso, no es agradable, no es ilustrativo de nada, pero por alguna razón pensaba que se trata del único texto memorable de estas páginas: “En medio al ojo de un tuerto / que humor ceniciento baña, / nada una enorme legaña / de indefinido color. / Y todos los que la miran / (que no es muy gracioso el chasco) / llenos de horror y de asco / exclaman al punto ¡fo!”. El moscón, que originalmente había despreciado a la legaña, luego del desengaño que le causan las mariposas a las que pretende, vuelve a buscarla. La legaña se dirige a su amado: “Ven a mí, yo te perdono, / que te veo arrepentido, / pues moscón, amor querido / tan sólo, fiel ambiciono. // Supongo que esta lección / te servirá de escarmiento: / dijo, y voló al momento, / hacia ella el fiero moscón. // Y tan recio acometió / y se dio tan buena maña, / que en un tris la legaña / su hambre vorace sació.” El autor que tuvo la peculiar inspiración para este poema disolvió su nombre prudentemente detrás del seudónimo “Jota Equis”.
La Burla! Octubre de 1860 – Marzo de 1861, presentación de Felipe Escalante Tió. Mérida, Gobierno del Estado de Yucatán. Secretaría de la Cultura y las Artes. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2014. (Col. Revistas Literarias Yucatecas)
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