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sábado, 5 de marzo de 2022

Conflictos del alma infantil, de Carl Gustav Jung

  



 

Volver al mundo de la infancia…, ¿a estas alturas de la vida? Para ello necesitaría una amplia bibliografía y un potente telescopio puesto que ese mundo se encuentra ya muy lejano. Recuerdo de él momentos, fragmentos imposibles de armar. Ni un día completo en la memoria. A veces pienso que me gustaría volver a formular la realidad como lo hizo ese niño que fui. Volver a esa (para mí) extraordinaria capacidad de darle fantasía a la vida, ensoñación. Habrían de pasar años, décadas, para enterarme de que el doctor Carl Gustav Jung (1875-1961) consideraba que la introversión es consecuencia del amor que no fue capaz de llegar a su objeto real. Amor que retorna a uno mismo y se convierte en un cauce que rodea las cosas para no tocarlas. El inmenso flujo de la conciencia. Y yo que consideraba mi ensimismamiento como una conquista estilística, una locura conducida por el lenguaje para lograr imágenes y metáforas eficientes. Pero esas metáforas serían entonces tristes simulacros del mundo. Nada real, puesto que el amor no se puede tocar y entonces se tiene que intentar construir en el texto. Pero es que no trato mucho ese tema en mis textos, doctor Jung. No importa, lo importante es que la libido ha sido desviada para no llegar a su destino. Por otra parte, la libido se esfuerza en no venir de ningún sitio. Por un lado, el amor no llega a su objeto. Por otra, uno no proviene del amor. El ser humano ha preferido, en otros tiempos históricos, abstraer su origen, tratando de desconocer la relación entre coito y gravidez. Lo que quiere decir que la niñez (cierta niñez) es una isla. No sabe su origen y la fuerza de su deseo no será correspondida. Sueña en sí misma, sueña de por sí. Y más adelante tratará de salir de ese mundo poblado de proyecciones inventadas por un Yo muy creativo. Eso significa que querrá escapar de su destino. Un destino que no se puede ver ni apreciar pues los caminos que unen el mundo circular de la infancia con el rápido devenir de la vida adulta están elididos. A aquellas fuerzas que otros llaman Dios o el Diablo, yo las continuaré llamando el Destino. No sé si tiene menos fuerza que las otras deidades para conducirme a donde no quiero. Ahora bien, el Destino me ha traído Aquí. No sé, en todo caso, si he logrado amotinarme contra él. Estar Aquí tiene una gran ventaja: es posible hacer el balance y saber si se ha llegado al presente deseado o al que obliga un hechizo que une a los hijos como una prolongación de las neurosis de los padres. Jung escribió en un mundo menos secular que éste, lo que significa que actualmente culpamos menos a Dios y al Diablo. Fundamentalmente, dice Jung, el Diablo ha caído en un mayor descrédito. Es una lástima, es el personaje que vela por nuestra lujuria y para el que han sido escritos algunos de los mejores papeles del teatro en los últimos siglos.

 

Carl Gustav Jung. Conflictos del alma infantil / Konflikte der kindlichen seele (1910). México, Paidós, 2021.

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