El libro Historias del buen Dios, de Rainer Maria Rilke (1875-1926) es tan colorido, sencillo y emotivo, que me pareció todo el tiempo estar ante un cuadro de Paul Klee. Por esa razón fui de inmediato a consultar las páginas de la vida de Rilke escrita por Antonio Pau (Trotta, 2007), para saber si ambos artistas se habían conocido entre sí, o al menos habían conocido al mismo Dios. Supe entonces que el poeta vivió en el cuarto piso de la casa ubicada en el numero 34 de la Ainmillerstraße, en tanto que Klee ocupó la planta baja, y que ambos tuvieron un trato diario en tiempos de la Primera Guerra. No quise prestar atención a las personas que aparecen en su biografía porque me llevarían por un camino sin regreso: Rosa Luxemburgo, Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes, Cézanne y Balthus, entre muchos otros. Hay varias cosas que me parecen curiosas de este libro. En primer lugar, que la edición que tengo (con la traducción de Agustí Bartra) haya sido publicada en una colección de “Clásicos Cristianos” cuando en este libro no sólo no aparece Cristo, sino que, tal como dice Antonio Pau, Rilke negaba la intermediación con Dios. Nada de santos, mártires y todas esas cosas. Lo importante es la relación personal con Él. Sólo que Él es, en este libro, un personaje algo distraído que, luego de mucho tiempo voltea a mirar hacia la tierra y descubre las catedrales góticas con cúpulas apuntándole como las armas de un enemigo. El hombre parece ser el objeto de estudio de este Dios, aunque es notorio que no logra comprenderlo del todo, especialmente por la oscuridad de su corazón. Por esa razón, se le ocurrió que “las cabezas de los hombres son luz, al paso que sus corazones están llenos de oscuridad, y sintió el anhelo de morar en los corazones de los hombres y nunca más atravesar la clara y fría vigilia de sus cerebros”. Ahora bien, fuera de este libro, Rilke pensaba que Dios es “una dirección dada al amor”. Puesto que sólo es una “dirección”, esta obra bien podría haber aparecido en una colección llamada “Clásicos Agnósticos” o, para mayor gusto mío, en otra nombrada “Clásicos Ateos”, pues nada impide que un ateo tenga a Dios entre sus personajes. Otro aspecto curioso es que el título no parece bien avenido con su contenido, dado que en rigor se trata de una pequeña novela: son las historias que cuenta el autor a varias personas con la idea de que lleguen a los oídos de unas niñas que preguntan cómo es Dios, sin que ellas conozcan al autor. Lo importante son las historias no quién las cuenta. Rilke esgrime un argumento muy sensato: ¿Qué tal que el que hace las historias tiene un feo grano en la punta de la nariz? Entonces, la historia dejaría de ser el centro de la atención, la cual se centraría entonces en la punta de la nariz.
Rainer Maria Rilke. Historias del buen Dios / Geschichten vom lieben Gott (1900), tr. Agustí Bartra; notas y comentarios, Pablo Soler Frost. México, Jus, 2000. (Clásicos Cristianos, 14)
Lo interesante es qué se publicó, éste título del genial porta. No importa sí es Agnóstico ó Ateo. En lo personal no sabía que existiera tal obra! La pregunta es si se consigue. Saludos..
ResponderEliminar