viernes, 8 de abril de 2022

Escrituras, de Frida Kahlo



Frida:

    Cuando faltan fragmentos en un texto, los editores acostumbran poner tres puntos suspensivos encerrados en unos corchetes. Puestos sobre tus cartas, parecen pequeños curitas. En realidad, debajo de ellos hay lagunas enormes de silencio y de dolor. Un curita para aliviar una grieta. Leyéndote, mirando tus cuadros a través de tus cartas, veo que leer y pintar son parte de tu personalidad: el deseo de querer desde lejos, una prolongación de la amistad. Dos caras de la misma moneda, o del mismo lienzo: atrás de tus cuadros hay recaditos, poemas. Escribir, y quizá pintar, fue una distracción, una manera de no hacer caso al dolor. Estas cartas nos muestran otra Frida. ¿Otra, cuál? Sí, la auténtica. Entonces, ¿cuál es la que conocemos? Otra, también. Ante tus trazos exactos, que pintan las cosas elementales, estás tú misma. Eres la materia de tu pintura. Tu mirada sale de ti, curiosa del mundo, y regresa nuevamente. Eres el centro de tu pintura, pues es que el dolor no permite alejarse mucho de uno mismo. Es centrípeto, fuerza de gravedad. Mejor. Encontraste un misterio digno de pintarse. Una especie de moderna Mona Lisa, rostro repetido, impenetrable, expuesto, oculto, agrietado, sufriente, agitado por el viento, yacente… pero siembre inaccesible. No tenemos llave para entrar a él, desafortunadamente. Mientras leía tus cartas, levantaba la mirada, si iba por las calles, y me observabas tú. No es metáfora: estás en las paredes, en las bolsas, en las tiendas de Lego, en la plaza comercial más próxima. Por alguna extraña razón que ignoro y que no me será dado saber, tu rostro es centro de gravedad: para ti, es lógico, comprensible. Pero, ¿para los demás? Me temo que somos malos retratistas, sacamos una mala imagen de ti, tan diferente de lo que eras. Muchos de los que te admiran se sorprenden de tu ideario. El embajador de los Estados Unidos fue a verte a tu museo, pero se alarmó de tu adhesión al Partido Comunista. “Es mercancía, que piense lo que quiera”, han de decir los que comercian contigo. Pienso que la que sacó el mejor retrato fue Raquel Tibol, a la que conociste al final de tu vida y a quien le aclaraste algunos de los pasajes que se encuentran aquí, entre tus cartas. Yo quería contestarte, a veces era más fuerte la tentación de dejar el libro a la mitad para escribirte algo, cualquier cosa, dado que los largos pasajes ocultos por los curitas están llenos de dolor. Ya sé, lo dices varias veces, que te sobrepones, que no eres una romántica ni una dejada. Pero qué se le hace, no hay ni cómo, en medio de la marejada te aferraste al arte. Nos han quedado tus escritos, la crónica de la vida. ¿Los corazones? Han sanado. ¿Los corresponsales? Han muerto todos. Coyoacán se despobló y se volvió a poblar numerosas veces. Es menos laberíntico que antes, pero igualmente pueblerino. Como dices, tenías coyoacanitis; Coyoacán, órgano inflamado, a un lado del espinazo y de la úlcera trófica, doliendo también intensamente. Naturalmente, estas cartas son consonantes con tu pintura. Para mí, la lección de Raquel Tibol es: que fuiste una mujer combativa, comprometida con el comunismo, pero el dolor te arrancaba a veces de tus causas. Si no hubiera sido tan fuerte, tan definitorio y devastador, hubieras sido una pintora social. Por eso, Raquel Tibol dice que tu cuadro más expresivo fue El marxismo dará salud a los enfermos, en que la paloma de la paz sobrevuela y el marxismo ahorca al buitre con cara de Tío Sam. La salud vuelve a ti, y alejas las muletas para siempre, y estás como por salir del corset. Bueno, eso lo pintaste poco antes del fin. Vano sueño. Será realidad, pero para otros. Aquello que quisiste decir llegó a tus destinatarios, hicieron caso inmediato, corrieron a auxiliarte, la metieron la carta a un cajón o, bien, hicieron caso moderado. Meritoriamente, Raquel Tibol fue recopilándolas –tarea de muchas décadas– y ordenando tus ideas, tus necesidades. Sorprendes, porque una carta era para ti el espacio de la libertad. Porque usas el idioma con una gracia que tan pocas veces le hemos escuchado a nadie. Porque dices “malora”, “cuate”, “vaciladas”, “compatriotas agüeyados”, “me quedé en babia”, “barriga”, “ladrones jijos de la chingada”, “chismarajos”, “manis” y tantas otras palabras que en tu lengua brotan alegres. Milpa léxica la tuya, en que las palabras crecen como los magueyes y las pitayas, paisaje de venados y de changuitos. Surrealismo de libertades, en que florecen lo mismo los sueños que los deseos. El arte, como sabemos, es el camino para la libertad, por lo que tu obra tiene un trazo muy preciso. Te guió por años. Todas las cartas, las alegres y las desesperadas, causan una emoción ambigua, transmiten alegría y desesperanza, como el último texto de Cervantes, en que nos asegura que escribe para vernos contentos desde la otra vida. Las cartas no son para mí, acuso de recibido. Moderada pena. Por esta razón, mi texto tomó forma de carta, pero sin destinatario, sin datos del remitente y dirigida a la Frida que me mira desde todos los sitios de las ciudades, y que desafortunadamente no conduce a ti ni a tu actual dirección postal.


Frida Kahlo. Escrituras, selección, proemio y notas, Raquel Tibol. México, UNAM, 2021. (Cátedra Universitaria, 17)

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