Leí el libro del doctor Roderic Ai Camp acerca de las fuerzas armadas. He sacado muy pocas conclusiones, pero por lo menos este volumen ha ampliado mi marco de referencias en torno al Estado mexicano. Las fuerzas armadas son el aspecto menos conocido del ámbito político. Eso era notorio desde estudios clásicos como La élite del poder (1956), de Charles Wright Mills, de donde procede la tendencia sociológica a este tipo de aproximaciones. En el libro de Mills se aprecia –más bien: se desenmascara– el rostro del poder, y se deja ver cómo es que el ejército y, por ejemplo, el mundo de los espectáculos son parte de un mismo sistema. Dos o tres grandes ideas atraviesan la lectura de este volumen: que las fuerzas armadas actuales son el resultado de que un ejército de origen civil derrotó al ejército del estado, experiencia que compartieron civiles, militares y artistas (Los de abajo, por ejemplo, de Mariano Azuela expresa este momento). De ahí se deriva otro hecho: el paulatino y creciente liderazgo civil que relegó a los militares del poder; la fecha decisiva: 1946, con la llegada al poder de Miguel Alemán, hijo, por otra parte, de un general que peleó contra la reelección presidencial. La ideología resultante: la lealtad, la disciplina antes que la reflexión. Así, las escuelas militares, las cuales tienen como centro de su enseñanza el respeto a la orden de un superior. Los militares acostumbran callar (en esto se parecen a la Iglesia, reacia a hablar de sí misma) y se oponen a que se hagan públicos sus secretos. Apenas se mencionan un par de informantes para esta investigación: aún los testimonios más intrascendentes se dan con la promesa del anonimato. Se entrega así, un libro que habla del ejército de manera estructural, y por esta razón la pienso demasiado neutra. Muy poco peso específico a la guerra sucia en los años 70, por ejemplo. No obstante, se mencionan los hechos traumáticos de este cuerpo armado: la represión del 68, el aniquilamiento de los guerrilleros en los los 70, el levantamiento armado de los zapatistas en 1994 y la guerra contra el narco iniciada por Felipe Calderón. Puesto que el libro se publicó en 2010, falta el ignominioso sexenio de Enrique Peña Nieto y la vergonzosa “Verdad Histórica” que presentó su gobierno para explicar la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la cual pretendió darle impunidad a los militares. El ejército ocupa hoy, en contra de lo que le gustaría a sus miembros, un lugar protagónico en el debate público. Su función en la seguridad pública, en la paz social, etc., lo que significa que se debe de tener una opinión (al menos preliminar) acerca de esta institución y de su función social. El presente nos permite desmenuzar el pasado, y nos hace llegar, por ejemplo, a la represión de 1968, y a la compleja red de interpretaciones al respecto. Sin embargo, “la explicación más convincente” es que el presidente Díaz Ordaz fue quien orquestó directamente la matanza. El uso político de las fuerzas armadas, las cuales están educadas para obedecer y no para matar: ése, me parece, es el tema central de entonces y de ahora. Las limitaciones de ese uso político y la conciencia de que la obediencia tiene un límite. En no pocos momentos, el ejército ha actuado criminalmente contra el pueblo mexicano. Sin embargo, el autor es enfático: “Los militares ya no son un tema prohibido”, y, sin duda, ya no es posible que permanezcan fuera del escrutinio público.
Roderic Ai Camp. Las fuerzas armadas en el México democrático / Mexico’s military on the democratic stage, tr. de Susana Guardado y del Castro. México, Siglo XXI, 2010.
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