Llego tarde, como de costumbre, a las novedades literarias,
cuando ya todos se emocionaron, apreciaron, degustaron, imitaron, asimilaron y
superaron la influencia del austriaco Thomas Bernhard (1931-1989). Está bien,
removeré las cenizas para saber si hay algo aprovechable. Algo que todavía se
pueda utilizar, aun cuando parece que ya se hizo prolongadamente. Es esta
novela un largo texto obsesivo, los apuntes maniacos de un personaje sin
nombre, obsesionado en su soledad y en sus estudios científicos, de los cuales
no sabemos mucho, y que sale muy pocas veces de su encierro para visitar a Moritz,
un amigo dedicado a vender bienes raíces. Si bien, como dije, el protagonista
sale de vez en cuando de su encierro, nosotros nunca salimos del mundo de su
persistente pensamiento. Todo esto se encuentra escrito de forma que el tiempo
se torna circular, la mente como una pequeña mosca revoloteando insistentemente
sobre la misma idea nauseabunda. Ni siquiera existe el descanso de un punto y
seguido o de un párrafo nuevo. Por si quieren saber ustedes qué sentirá una
mosca chocando sobre el mismo cristal que la separa de su satisfacción. Las
palabras, asimismo se repiten. Vuelven las mismas ideas. Algo nos dice de este
narrador el hecho de que machaca las mismas frases. Pero la narración avanza,
por lo menos, un poco. En una de aquellas visitas a Moritz, conoce a un
matrimonio, “el Suizo” y “la Persa”, el cual busca un terreno para construir una
casa. Y el terreno que elige es, extrañamente, el más inhóspito, el más difícil
de vender. Sí, es extraño, pero lo es más el hecho de que el narrador intime
con la Persa. Aunque intimar sea un verbo, en este contexto, algo inadecuado,
ya que los personajes de Bernhard parecen estar sellados por completo, incapaces
de mirar al interior de otro o bien, incapaces de construir un espíritu hecho con
sus propias palabras. El largo apunte que leemos no revela a su autor, su alma
parece una gran masa inamasable. Pero veamos: los personajes quieren decir algo
a su pesar. El matrimonio es la expresión de una clase social, los suizos son
especialmente acaudalados, ni siquiera regatean por el precio del terreno. Al
encontrarse en la cima de la riqueza y en las posibilidades de satisfacer sus
propios deseos, los personajes de este autor eligen enterrarse en las
profundidades de una geografía contagiada por la podredumbre del ser humano.
Son una metáfora que muestran el fin del camino al cual se encamina esta
sociedad. “La sociedad, cualquiera que sea esa sociedad, debe de ser siempre
trastornada y abolida”, dice la Persa, poco antes de su propio
autoaniquilamiento. Para qué construir un bello espíritu, una idea que
inspiradora, un pensamiento floreciente, si todo está a punto extinguirse.
Thomas Bernhard. Sí / Ja (1978), trad. de
Miguel Sáenz, pról. de Luis Goytisolo. Buenos Aires, Anagrama-Página 12, 2010.
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