domingo, 29 de octubre de 2017

Sí, de Thomas Bernhard

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Llego tarde, como de costumbre, a las novedades literarias, cuando ya todos se emocionaron, apreciaron, degustaron, imitaron, asimilaron y superaron la influencia del austriaco Thomas Bernhard (1931-1989). Está bien, removeré las cenizas para saber si hay algo aprovechable. Algo que todavía se pueda utilizar, aun cuando parece que ya se hizo prolongadamente. Es esta novela un largo texto obsesivo, los apuntes maniacos de un personaje sin nombre, obsesionado en su soledad y en sus estudios científicos, de los cuales no sabemos mucho, y que sale muy pocas veces de su encierro para visitar a Moritz, un amigo dedicado a vender bienes raíces. Si bien, como dije, el protagonista sale de vez en cuando de su encierro, nosotros nunca salimos del mundo de su persistente pensamiento. Todo esto se encuentra escrito de forma que el tiempo se torna circular, la mente como una pequeña mosca revoloteando insistentemente sobre la misma idea nauseabunda. Ni siquiera existe el descanso de un punto y seguido o de un párrafo nuevo. Por si quieren saber ustedes qué sentirá una mosca chocando sobre el mismo cristal que la separa de su satisfacción. Las palabras, asimismo se repiten. Vuelven las mismas ideas. Algo nos dice de este narrador el hecho de que machaca las mismas frases. Pero la narración avanza, por lo menos, un poco. En una de aquellas visitas a Moritz, conoce a un matrimonio, “el Suizo” y “la Persa”, el cual busca un terreno para construir una casa. Y el terreno que elige es, extrañamente, el más inhóspito, el más difícil de vender. Sí, es extraño, pero lo es más el hecho de que el narrador intime con la Persa. Aunque intimar sea un verbo, en este contexto, algo inadecuado, ya que los personajes de Bernhard parecen estar sellados por completo, incapaces de mirar al interior de otro o bien, incapaces de construir un espíritu hecho con sus propias palabras. El largo apunte que leemos no revela a su autor, su alma parece una gran masa inamasable. Pero veamos: los personajes quieren decir algo a su pesar. El matrimonio es la expresión de una clase social, los suizos son especialmente acaudalados, ni siquiera regatean por el precio del terreno. Al encontrarse en la cima de la riqueza y en las posibilidades de satisfacer sus propios deseos, los personajes de este autor eligen enterrarse en las profundidades de una geografía contagiada por la podredumbre del ser humano. Son una metáfora que muestran el fin del camino al cual se encamina esta sociedad. “La sociedad, cualquiera que sea esa sociedad, debe de ser siempre trastornada y abolida”, dice la Persa, poco antes de su propio autoaniquilamiento. Para qué construir un bello espíritu, una idea que inspiradora, un pensamiento floreciente, si todo está a punto extinguirse.

Thomas Bernhard. / Ja (1978), trad. de Miguel Sáenz, pról. de Luis Goytisolo. Buenos Aires, Anagrama-Página 12, 2010.

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