martes, 27 de diciembre de 2016

Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro

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Elena Garro (1916-1998), una madeja demasiado enmarañada. Su obra está a tal grado enredada en su vida que es inútil siquiera intentar separarlas. Les molesta mucho a los críticos literarios que la atención salga del mundo autónomo de la literatura. Pero el rostro de la Garro es enorme, sale como una luna a iluminar el cielo de su novela más importante. Es difícil saber cuándo se escribió Los recuerdos del porvenir, de qué manera se fue articulando la estructura y cómo decidió que fuera el pueblo mismo un personaje que contara su propia historia. La autora, pienso, noveló asimismo el proceso de creación. Lo que quiere decir que quizá no sabremos cuántos años dedicó a su escritura, si efectivamente fue concebida en su totalidad antes, por ejemplo, de que Juan Rulfo escribiera su obra. Ella, a veces decía que Octavio Paz leyó la novela llorando porque era mejor escritora que él y que entonces le pidió que la quemara. Según esta versión, la novela fue salvada del fuego de la estufa para ser llevada a la editorial. Pero la misma autora también contó, contradiciendo su propia versión, que fue Paz quien llevó el manuscrito a Joaquín Mortiz. Disfrazada de inocencia, Elena Garro fue reescribiendo su vida, nos fue dejando borradores sucesivos. ¿Y la verdad? Una versión más dentro de todo ese papelerío. No sé el lugar que se le ha dado a esta novela en la historia de la literatura. Sin duda lo tiene, prominente. Debe de existir una relación entre ella y Rulfo. Ignoro si se conocieron, si tuvieron alguna relación, si exploraron fuentes parecidas, y por qué tienen ambos la Guerra Cristera en sus entrañas. Y sin embargo, son opuestas sus visiones. En Rulfo, el Bajío es una zona castigada por su compromiso con las peores causas de nuestra Historia. La visión de la Garro es, por su parte, bastante conservadora: la condena tácita al gobierno, la idealización del pueblo y de su ideología. Esa voz narrativa que caracteriza el libro, por la que habla la colectividad, un nosotros que a veces es un yo, es voz de Homero o de La Biblia. Pero, ¿por qué esa característica aparece también en Cien años de soledad? La historia de América Latina contada en términos fantásticos. Ésa es otra cuestión. Por qué. El tema de la verosimilitud, las leyes de la narrativa llevadas hasta el límite. En el caso de García Márquez hay resonancias bíblicas. Y en la Garro, la supervivencia de la visión infantil. Conforme la trama se va tensando, el pueblo de Ixtepec se va asomando por las ventanas, mira con disimulo. Pronto, tendrá que ocurrir un desenlace, quizá trágico o inesperado, pero siempre memorable. Y lo que ocurre es la fantasía, lo inexplicable, aquello que suena a mentira, a historia antigua. En el caso de esta autora, toma el aspecto de una verdad irrefutable y admirablemente bella.  Las historias viejas de una familia cualquiera muchas veces estuvieron a punto de cubrirse de magia. Pero al contarnos las de nuestro propio pasado, casi nunca se tuvo el cuidado de dejar que permaneciera.

Elena Garro. Los recuerdos del porvenir [1963]. México, Joaquín Mortiz, 2010.

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