viernes, 16 de diciembre de 2016

Los muchachos de zinc, de Svetlana Alexiévich

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El tema de la guerra… Qué delicado. Hay demasiado sufrimiento, demasiadas vidas desperdiciadas, demasiados conflictos personales porque el destino colectivo entra en conflicto con el destino individual y lo que uno buscaba de la vida es resuelto por el destino de una manera inesperada que no admite reparos. La cantidad de testimonios que aparecen aquí son una especie de muro. Si criticas este libro, estarías relativizando este dolor que casi puedes tocar. De hecho, lo puedes tocar. Los jóvenes, cuyos cuerpos regresaban de la guerra en Afganistán en ataúdes de zinc, son los protagonistas. Sus sueños, sus vidas segadas en la guerra, la locura del contacto con la muerte, en fin, todo eso que reflejan los testimonios recogidos durante años por la escritora bielorrusa. ¿Qué mayor objetividad que la suma de todas estas subjetividades, tejidas con esmero? Si tú te atreves a decir algo estarías vulnerando este dolor colectivo, tejido tan apretadamente que si vulneras uno, vulneras a todos. Sin embargo, me atreveré a hacerlo, ya que la autora se presenta como una interlocutora que se interesó por todos ellos y puso al frente el mérito de estas vidas, y porque me parece que manipular el significado de ese periodo es igualmente grave. En primer lugar, se afirma que los hombres pierden su valor y que se les arrebata al ser sacrificados por algo como una guerra que ni les va ni les viene. Muy bien, nada que oponer. Así que se destaca un coro de voces individuales que nos explique qué estaban haciendo cuando fueron reclutados, qué sueños tuvieron que abandonar. Lo individual en primer plano. Muy bella idea. Sólo que a partir de ahí, no entendemos nada. Todo el tejido del mundo se deshace entre nuestras manos. Sólo nos es dado contemplar el horror de la guerra. Pero no nos atrevamos a pensar en el Horror de la Guerra, no es tan abstracto, ah no, permítame, nos interrumpe la autora: es el horror de la guerra del comunismo. De hecho, no es tanto el horror de la guerra, sino el horror del comunismo. Todo lo que sirva para adjetivar al comunismo se vuelve espantable. ¿Qué, el capitalismo no tiene los mismos componentes de horror? Quizá, pero ése no es nuestro tema, lamentablemente. Los libros de historia, sin embargo, nos han hablado de que detrás de esa frontera, por entre esos inhóspitos caminos del desierto hay una República Afgana, y que los talibanes tienen unos planes bastante terribles y son apoyado por los Estados Unidos. Qué pena, pero ése tampoco es el tema de este libro. De hecho, y para no confundir al lector, mejor no se menciona siquiera la palabra “talibán” o términos como “República Afgana”. Son testimonios de un sufrimiento circular, sin progresión narrativa y con una estructura formal francamente pobre; y su efectismo sentimental, aunque nunca se habla de eso, no está desprovisto de fines políticos.

Svetlana Alexiévich. Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la Guerra de Afganistán / Cínkovie málchiki, tr. de Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González. México, Debate, 2016.

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