martes, 21 de abril de 2015

Estación Finlandia, de Jorge Aulicino







Estación Finlandia

Pável Granados


Quiero comenzar deponiendo la lectura burocrática y oficiosa ante la poesía. Puede pasar que sus pétalos se vuelvan de piedra y se nieguen a abrirse. Esta idea encierra un relativo misterio, pues por lo general no sabemos bien lo que ocurrirá cuando se encuentra un poema con un lector. Muchas veces nos preguntamos cómo es que determinado escritor pasó sin ver a cierto poeta. Pero llevar al extremo esta idea tiene el gran inconveniente de relativizar las grandes obras, casi siempre de importancia inobjetable. Criticar, por ejemplo a Virgilio es como tirar una piedra que caerá de regreso pesadamente contra aquel que la lanzó. A veces, sucede lo contrario, que un lector curioso descubra belleza en un poema aparentemente seco, puesto por compromiso en las historias literarias. De por sí es complejo el tema cuando hablamos de lo que ocurre en la tradición literaria de un país. Pensemos en el nuestro, cuya tradición poética ha sido frecuentemente interrumpida, de tal modo que para saber qué mensaje nos manda un poeta no podemos recurrir a los poetas, y a veces ni a los críticos. Tendremos que volver al poeta para saberlo, y para lamentar que, en muchas ocasiones, lo que nos quería decir no pasó siquiera a la siguiente generación. Hay algo en el léxico que pertenece a una época y a un espacio. El poeta no puede saber hasta qué grado su obra podrá salir de cierto ámbito, lo que contradice la universalidad de la poesía. Pienso esto por pura incapacidad, porque pretendí leer de principio a fin la obra del argentino Jorge Aulicino, y, al mismo tiempo, enterarme de lo que decían los críticos acerca de su obra. Pero es que también debo de traducir lo que los críticos dicen a mi propio lenguaje. Naturalmente, no busco lo que ellos. Ni esta poesía me dice lo mismo. Una parte de ella está vuelta hacia su tradición, y se me escapa. Es poesía que me diría más si yo nadara en sus referentes. La otra sí, se deja ver y admirar. Hay una experiencia personal (o la apariencia de una experiencia personal) que se impone ante los símbolos, es una especie de no-simbolismo. Aunque me pregunto si efectivamente es posible y deseable eso. El poeta sigue el destino de un grillo que se encuentra en su habitación, lo cual conmueve grandemente. La poesía es un trabajo que lo lleva a congresos y a viajes, y hace que le den tarjetas con correos electrónicos. Parecen asociaciones libres, instantes que condensan tiempos ajenos entre sí, pero el destino unifica los temas. Un grillo y un poeta en la encrucijada… Y yo me he portado como una araña, tejiendo una telaraña de palabras en el aire, por ver si cazo un momento de belleza. No era necesaria tanta teoría para capturar un poema y abrirlo como a mosca. Es un poeta sobre el cuál me costaría teorizar, no se puede digerir a grandes cantidades. Pero elegiría el poema titulado “Hay tórtolas…”. El poeta ve a sus hijas a lo lejos, andar por su propio sendero, y quiere comparar su propia experiencia con el de ellas, pero la experiencia no puede compararse nunca. Y sin embargo, el grillo, el poetas, las hijas… alguna sustancia poética transferible las debiera comunicar.

Jorge Aulicino. Estación Finlandia. Poemas reunidos 1974-2011. Buenos Aires, Bajo La Luna, 2012.

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