lunes, 21 de julio de 2008

Las motivaciones de una postura crítica (Sobre la reseña de Geney Beltrán al Diccionario de escritores de la UNAM)


Me siento obligado a responder el comentario de Geney Beltrán Félix al noveno tomo del Diccionario de escritores mexicanos de la UNAM (publicado en el suplemento “Hoja por hoja”, el pasado 5 de julio), ya que deriva una serie de “perversiones” académicas a partir de la existencia de una obra de consulta. Más que los efectos de su postura, me interesa tomar en cuenta las herramientas con que lo comenta ya que todo parece surgir de una equiparación entre “censura” y “crítica” en su texto, pues “criticar” se utiliza en el sentido de: “borrar”, y lo que desearía Beltrán es que la autora del Diccionario explicitara los criterios para eliminar nombres de un listado. Hay una postura declarada por la directora del Diccionario que decide organizar la información de cada una de las fichas basada en un “análisis objetivo”, pero Beltrán sobredimensiona el término que en este caso podría ser “puntual” o “preciso” para extenderlo a una de las formas ontológicas y declarar que analizar objetivamente es un acto falaz; ¡pero esto sólo puede ser sostenido por un subjetivista que rechaza conocer lo objetivo! ¡Y pretende prohibir el uso de lo “objetivo” por parte de los estudiosos para relativizarlo y sentirse dueño de un pequeño territorio subjetivo con poderes extraordinarios sobre el uso de la crítica literaria! ¿Pero es que quiere discutir si la subjetividad es o no la forma humana de la objetividad? ¿A esos términos quiere llevar una discusión acerca de las fichas bibliográficas contenidas en una obra de consulta? No quisiera responder “en tanto crítico”, aun cuando Beltrán se ponga sus propios límites para enfrentarse a un hecho, pues a diferencia de su postura no tengo que imponerme una visión que sirva a un discurso situado antes que yo. ¿Qué quiere decir “en tanto crítico” sino la servidumbre a una visión impuesta desde fuera? “En tanto crítico” manifiesta no ver contenidos que le hagan tomar partido, ¿qué camino sigue cada crítico para tomar partido? ¿el camino que sigue sirve sólo para tomar partido? ¿es que nos avienta un texto para enterarnos de que ha tomado partido? No solamente, pues parece que todo este texto “crítico” es un recorrido personal para escalar una visión propia, pero desafortunadamente la postura lo ha tomado a él para decir algo por sí misma: que la crítica no tiene centro pero sí una potestad que emana hacia fuera y ante la cual se debe rendir el juicio. El crítico goza de su espacio y nadie debe venir a interrumpir su trabajo de acuñación de términos y de las posturas contenidas en tales términos. ¡Su peculiar concepción de la crítica le impide “tomar partido” ante un diccionario (así como le impide distinguir entre una obra de consulta y una obra crítica)! Puesto ante esta grave situación de no tener nada qué decir ante una obra de consulta (¡no tratará de ir a la hemeroteca a verificar fichas bibliográficas, ya que no es labor propia de un crítico!) opta por considerar que el conocimiento no necesita de la información (“Es una obra que recopila información, no acrecienta el conocimiento”), por postular que los libros son inútiles (“Es una herramienta, no un libro”) y que la crítica literaria es independiente del conocimiento bibliográfico (“Es un listado bibliográfico, no crítica literaria”). Y finalmente, intenta derivar el desconocimiento de la literatura mexicana a partir de la existencia de una obra de consulta (¡una “docta ignorancia” que surge del acceso a la información!) ya que pareciera que los problemas de la academia son originados deliberadamente por la autora del Diccionario (o de otra manera, ¿cómo es que un libro que entrega una completa colección bibliográfica fomenta el conocimiento incompleto de un periodo literario?) y que esa es su intención. Es que la información, ¡la irresponsable información! –parece querer decir el ensayista–, impide al crítico hacer su trabajo. A saber: discernir para castigar; pues si no se castiga con el silencio, entonces crece el ego de los autores. Ese crítico postulado por Beltrán Félix será el que impida el derecho del lector a saber quiénes han publicado obras de cierta disciplina porque debe juzgar antes de publicar irresponsablemente. ¡Ese terrible diccionario también consigna qué críticos han escrito acerca de los autores compilados! “Todos: tanto los inteligentes como los brutos”: ¡y mucho me temo que sé de qué lado se ha situado el autor de esta virulenta reseña!

Quisiera insistir en que mi principal preocupación es saber qué concepción de la crítica le da aliento a una reseña como ésta. Qué visión lleva al autor a formular la invención de una categoría visiblemente esencialista, “el tesista”, el cual tiene como principal limitación conocer su tema. Es cierto que el problema de fondo es el de la especialización que ignora lo que ocurre alrededor de su tema de estudio, y en consecuencia ignora la función de “su tema” dentro de la totalidad; pero no es ésta la preocupación de Beltrán Félix, pues formula la existencia de un académico que se considera con la “obligación” de no leer. ¿Cómo puede demostrar que existe la “obligación” de los especialistas por no leer? No pretendo, sin embargo, polemizar en torno a cierto tipo de argumentos pues todos van enfocados a concebir la crítica literaria como la gran autoridad dedicada a valorar las obras (algo así como un personaje dedicado a medir obras de arte según patrones estéticos inamovibles) y a concebir el ejercicio crítico de una manera elemental: dar un juicio de valor estético. ¿Y qué se le puede decir a este género de críticos que ponen un precio a las obras? Esos estetas que aparentemente buscan gozar del valor artístico y cuyas disquisiciones giran en torno a la poética, tienen un discurso que depende de algo muy distinto, pues los controla como a una marioneta el interés por decidir un canon, es decir, el simple y llano poder. Pues ¿por qué otro motivo le resulta imposible al reseñista separar el “enjuiciamiento” de la “lectura”? ¡Y no pretendo enfrentar aquí a los defensores de la “calidad” ya que las explicaciones primeras de la forma están fuera de ella, latiendo peligrosamente en el fondo!, así como tampoco me parece pertinente abusar de la candidez ajena si es que considera como su legítimo derecho decidir a qué tipo de corriente literaria van a parar sus impuestos. ¿Pero no se nos había advertido que su crítica no excedería lo literario, y ahora ensaya la crítica fiscal? ¿Por qué se torna tan amenazante la crítica y le advierte al escritor que su espada pende sobre el escritorio de trabajo? La memoria y el olvido se reparten sus piezas, y la crítica es su instrumento. “Porque la memoria es selectiva y recurre a la crítica para discernir lo que es pertinente conservar, de lo que no.” La memoria recurre a la crítica, ¿y a quién recurre la crítica? A valores que penden eternamente, fuera de ella, y por eso el juicio inflexible del crítico consiste en darles un lugar a las obras en nombre de una ley fuera de él, para que no se piense que tiene un interés propio en dictar una sentencia. No, nadie lo piensa, esa crítica puede no tener ese interés, pero tampoco ninguna libertad. Y entonces, qué esperar de ella.

("Laberinto", suplemento de Milenio, 19 de julio de 2008)

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