sábado, 29 de abril de 2023

Sueños, de Theodor W. Adorno

  



 

Sé muy poco de Theodor W. Adorno (1903-1969). Además, lo  conozco sólo dormido, ya que entré al mundo de sus obras a través de su diario de sueños. Para otros asuntos, tendría que despertarlo, pero en realidad no sé bien de qué hablar con él. Además, lo que yo pudiera decirle seguro que no le gustaría. “Señor Adorno: el interés que suscitan los diarios de sueños se termina dos páginas más allá de la portada. Que yo recuerde, sólo el diario de sueños de Ionesco me ha parecido interesante. No sé si alguno más… Tendría que pensar. Los diarios de sueños son somníferos. Nos dormimos apenas comenzamos su lectura. Así, todos, lectores y escritores compartimos el país de los sueños.” La narrativa onírica es un subgénero difícil. Se cae en la tentación de narrar los sueños por más que su interés no es transferible. Y la sensación que causan, la provocan en la vigilia, cuando tomamos conciencia de ellos. Mientras nos envuelve el sueño, creo recordar que no sentíamos expectación. Pero muchas veces al emerger todavía somnolientos de la noche, pensamos: “Ojalá no me hubiera despertado”. Y volvemos a cerrar los ojos rogando que por piedad volver a caer en el mismo sueño. En los sueños nos interesan temas que al despertar no podemos recordar. Pero mientras soñábamos, ¡qué placidez nos trasmitían los asuntos tan sutiles! En fin, mientras Adorno vivía en California y escribía Dialéctica de la Ilustración al lado de Max Horkheimer, durmió una noche… Soñó entonces que leía un artículo sobre la obra de Shakespeare, acerca de cómo la obra clave de su teatro era La comedia de las equivocaciones. ¿Qué no es esa obra en que un matrimonio tiene gemelos y, entonces, el padre compra otros gemelos para que sea, cada uno de ellos, sirviente de uno de sus hijos? Qué difícil es escribir de dos gemelos, amos de otro par de gemelos. Lo curioso es que el autor del artículo es Herwarth Walden, un artista alemán que se dedicó a impulsar el expresionismo, el dadaísmo y el futurismo. Como me encuentro dentro del sueño de Adorno, me ocurre lo que acontece en los sueños: que no podemos fijar bien la vista en los textos que queremos leer. No sabría bien por qué, pero como si yo fuera una mente tomada por el delirio, me puse a perseguir la imagen de Shakespeare y del expresionismo. No lo conozco lo suficiente, pero las imágenes que recuerdo de La tempestad posiblemente sí puedan considerarse escenas expresionistas, deformaciones de la realidad que son una proyección de las emociones del artista. La maleza que se agita y las olas que excita la tempestad, son representaciones del artista. Así lo creía Harold Bloom: que Shakespeare era inventor del expresionismo. Bueno, este crítico en realidad le atribuía a Shakespeare la invención de casi todo. En fin, se trata de un soñador demasiado intelectual, casi todos sus sueños tienen notas al pie… Es muy difícil saber qué encontró Adorno en su propio diario onírico. Su conclusión parece pequeña, pero en realidad es que su demostración requiere una vida para comprobarla (o para desecharla), y es que: todos los sueños que un individuo sueña hacen un sistema de pensamiento onírico. Todos parecen una sección de lo mismo, de un mundo más grande, de una coherencia de imágenes y de ideas. ¿Tendremos siempre el mismo sueño, pero con distintas máscaras? En gran parte de las páginas de este diario vi a Adorno hablando de Filosofía, de arte o, bien, acudiendo a conferencias, conciertos y exposiciones. Cuando se encontraba con algún muerto, se alegraba y lo saludaba con efusión.

 

Theodor W. Adorno. Sueños / Traumprotokolle, ed. Christoph Gödde y Henri Lonitz, epílogo de Jan Philipp Reemtsma, tr. Alfredo BrotonsMadrid, Akal, 2008.

 

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