En el fondo, sabemos que vivimos y actuamos en tanto que el gran terremoto se decide a aplastarnos. De manera resignada, tenemos muy claro que su designio habrá de llegar algún día. Ni modo, tenemos un esperanzador tiempo que llamamos “Mientras…” y en el que metemos todo lo que pueda caber. Cada vez tenemos más claro que su presentimiento nos rige, de tal manera que nuestra vida se va acomodando a esa certeza que va tomando cada vez una forma más precisa. El Gran Terremoto llegará algún día, y los expertos en el tema nos muestran sus estadísticas y sus gráficas. Es cierto, la tensión se acumula y se acumula, hasta que se libere con la fuerza de numerosas bombas atómicas. Es tan importante que el paso siguiente de las manifestaciones sociales será el organizar el calendario cívico a su alrededor, haciendo de los simulacros el evento social de mayor trascendencia. Todos debemos estar listos para el Simulacro, pues es un evento de una repercusión que opaca los desfiles cívicos y las fiestas patrias. Desde niños, los ciudadanos lo estudian y lo dibujan. ¿Cómo te imaginas al Gran Terremoto?, ¿qué le dirías al Gran Terremoto? Es el gran mito de esta ciudad como en otro tiempo lo fue Quetzalcóatl, el gran esperado. No debemos de escatimar en suspicacias, tal vez hoy llegue. No hay que arriesgarse a que no encuentre hospedaje, por lo que cada hotel está obligado a tener una habitación disponible para él. Como es natural, de esa certeza primera (el Gran Terremoto ha de llegar un día) se desprenden numerosas consecuencias burocráticas, la cuales no nos imaginamos, pero tampoco tenemos forma de imaginarlas, dado que se van sumergiendo en la oscuridad del Estado, como si se sumergieran en las capas profundas de la tierra. Nosotros, en esta realidad de hoy, aún no llegamos a las siguientes etapas de la personificación del Gran Terremoto, como es el caso de la sociedad de esta novela en que la paranoia construye una especie de maquinaria dedicada a prever la llegada del Terremoto. Muchas veces desprecio la preocupación de la gente por la llegada del Gran Terremoto, y hago mal porque me he tenido que despedir para siempre de grandes edificios. Persisto en creer que los pequeños emisarios del Gran Terremoto no anuncian nada más que los ladridos de los perros y el balancearse de los edificios como barcos en el mar de la ciudad. Sin embargo, algunos Medianos Terremotos han pasado nada menos que muy cerca de mi casa dejando una huella y un silencio notables. Sin ir más lejos, el apacible local de té chai a que me llevó Leonardo Teja, el autor de este libro, para hablar de literatura, desapareció luego del paso de uno de esos leves terremotos. Los edificios y las personas persisten en crecer de nuevo, con una absoluta falta de fe en la llegada del Gran Terremoto.
Leonardo Teja. Esta noche, el gran terremoto. México, Antílope, 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario