lunes, 4 de febrero de 2019

Décimas a Dios, de Guadalupe Amor



El reto es valorar este libro en sí mismo, lejos de la leyenda de su autora, Guadalupe Amor (1918-2002), quien dejó historias a lo largo de las calles de la Zona Rosa, en las galerías de arte, en las memorias de sus contemporáneos. Dejó como estela de su vida: furia, poesía, estilo, pasión… En medio de esa irritación que la caracterizaba, sólo podía caminar descalza y feliz sobre las baldosas de la poesía. Se construyó a sí misma, de manera consciente, en su poesía, se autodefinió, se erigió en versos perfectos y de gran musicalidad. La recuerdo: la única vez que la vi, sólo habló en verso, agradeció un brindis en su honor y se levantó para decir dos versos de Baltazar del Alcázar: “Grande consuelo es tener / la taberna por vecina”. Su mirada implacable, como de Medusa, quería detener el mundo y dominarlo. Es imposible leer sus versos sin tener su voz pegada a ellos. Y, sin embargo, eso intentaré, ya que la voz tan personal que tenía de un modo u otro se queda en sus creaciones. Siempre existió la injusta idea de que Alfonso Reyes le había escrito los versos que la dieron a conocer, Yo soy mi casa (1946); injusta porque nada más lejano del estilo cortés de don Alfonso que la poética desafiante de Pita, sentenciosa. Ella dialoga con la tradición de los Siglos de Oro, aunque es evidente que sabe que existen los productos contemporáneos de Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. Aunque ella misma se intenta elevar desde el promontorio de Rubén Darío. Intentó acercarse a Gabriela Mistral de manera personal, pero no logró impresionarla. El título, Décimas a Dios, es aparentemente sencillo, pero implica tener definido al destinatario de estos poemas. Eso no ocurre, no son más que poemas lanzados al aire. En el libro no hay una construcción poética en torno a Dios, por el contrario parecen décimas escritas en medio de la desesperación, anotaciones hechas en una libreta a la mitad de la noche. Está bien, ya que los místicos buscan esa iluminación en la noche del alma. Para Pita Amor, Dios es una creación de la angustia y de la vanidad. Después, él ha sido obligado a existir, ha contraído ciertas obligaciones. Es cierto, podemos continuar buscando en esa incesante secuencia de causalidades. La angustia y la vanidad son el resultado de la mirada del hombre ante el universo. Puesto así, Dios como un producto humano, entonces no es un Ser ante el cual mirarnos, puesto que detrás de él estamos nuevamente nosotros. Así que el paso siguiente es hurgar en el propio ser para entender qué ansiedad busca a Dios. No todas estas décimas, hay que decir, parecen guardar una inquietud. A veces, me parece ver sólo retórica. Naturalmente, a esas estrofas no intentaré señalarlas, para no recibir el zarpazo de una poetisa poco tolerante con la crítica.

Guadalupe Amor. Décimas a Dios (1953), 3ª ed. México, FCE, 2018.

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