sábado, 1 de julio de 2017

Negro perfecto, de Valentin Retz


 

Lo característico de las señales es que se pueden convertir en símbolos y de ahí comenzar el largo camino de la interpretación. Pero en esta novela francesa, el protagonista va recibiendo todo el tiempo una serie de hechos misteriosos a los cuales les de una interpretación correcta, la cual lo va llevando de pista en pista hasta convertirse en una persecución vertiginosa de un misterio. Me explico un poco mejor: el protagonista de esta novela comienza de manera literal a arder, a tener una viva sensación de estarse quemando. Todo comenzó desde que se encontró con Apolo en una carretera en Grecia, nada menos que con una transfiguración del dios en un pastor, a la mitad de la nada. Luego, se encontró con un lisiado en Atenas, y la extraña sensación de que él podía curarlo, luego de haber visto a Apolo, el sanador… Desafortunadamente, no se atrevió a tomarlo entre sus brazos y curarlo, si es que ese encuentro con el dios lo había provisto de ese poder. Y, por último, frente al templo dedicado a santo Domingo, en París, vio a un pordiosero, a quien le dio una moneda, en medio de la calle vacía. Frente al santo de piedra ­–representado con un perro que tiene una antorcha en el hocico–, el protagonista comienza a sentir los primeros ardores en su cuerpo. Todo va pasando como si una mano le arrojara los hechos para que él los siga a lo largo de un camino misterioso. Como un pajarito siguiendo un camino de migas. Curiosamente, al ponerse un par de lentes nuevos, descubre que la quemazón corporal cesa. Pero entonces, con esos lentes puede ver el pasado de cada una de las personas con las que se cruza por la calle, el pasado no sólo personal sino ancestral. ¿Qué será más difícil de soportar, el incendio propio o la visión de la historia de los otros? Los lentes le deparan la sorpresa de poder ver algo más interesante: un muerto caminar frente a él, en el museo del Louvre. El autor, Valentin Retz, tiene una debilidad por el hermetismo, los lenguajes secretos, pero por suerte, la novela es sólo una apariencia de algo más. Dije que parece que los sucesos se le presentan como arrojados por una mano. Y, en efecto, el encuentro casual con esa mano inquietante le da una vuelta a la novela, una vuelta que convierten todas esas vivencias en que el protagonista se regodea hasta cierto punto, pues es un experto en Grecia, y de pronto le es dado vivir todas las aficiones de su profesión en la vida real. Sí, un desenlace racional luego de convivir con dioses y muertos. Pero no diré nada de eso, de hecho ya he dicho mucho, y nada de esto tenía que decir. Pues de qué otra cosa se puede hablar cuando se impone la trama tan decisivamente.

Valentin Retz. Negro perfecto / Noir parfait (2015), tr. de Jorge Huerta. México, Me cayó el veinte­-Agálmata, 2016.

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