jueves, 11 de febrero de 2016

Poesía completa, de Jacobo Fijman


 
En una librería de Buenos Aires pregunté por algún poeta desconocido, interesante, un poco extravagante, quizá de alguna época no muy frecuentada. Un poeta con genio, si se pudiera. Con algo de leyenda en su vida. Y no muy caro si cuenta con estas características, si fuera posible. ¡Jacobo Fijman!, me respondió el librero. Desde luego tenía leyenda, pues terminó sus días en un manicomio por su psicosis delirante, en donde me imagino que escribió sus últimos poemas, de carácter místico. No tenía un carácter afable, por lo que se prohibió su entrada a la Biblioteca Nacional. Escribió en la revista de vanguardia Martín Fierro. Fue dibujante, y en el libro de su Poesía completa, se pueden apreciar un par de sus obras (nada del otro mundo). La genialidad lo sobrevoló, pero a veces no hace más que sobrevolar. Lo curioso, cuando uno no tiene muchas nociones de literatura comparada, y no las tenemos en general, es notar la existencia de aquello que con mucha incomodidad llamamos “el espíritu de la época”, este concepto con el que batallamos, que consideramos anacrónico, idealista y tramposo, pero al cual no nos queda más que contemplar cuando aparece. Algo se parece Jacobo Fijman a los estridentistas mexicanos, y hasta parece que estaría receptivo a la influencia de Ramón López Velarde, si lo hubiera escuchado alguna vez. Publicó tres libros: Molino rojo (1926), Hecho de estampas (1930) y Estrella de la mañana (1931), de los cuales destaca notoriamente el primero. Tiene los recursos de la vanguardia, es decir, la creación de imágenes poéticas visuales, los objetos de su mundo tienen facultades extraordinarias que no pueden traspasar los límites del poema. El espíritu del poeta está representado como un conjunto de objetos, de cosas de la naturaleza o creados por el hombre. Pero decir esto es no decir nada, estos elementos los tienen tantos poetas. Ni siquiera añadiría nada si digo que tiene la tensión entre la esperanza religiosa y la frustración de la vida. También lo compartimos todos. Pero quizá se penetre algo en su misterio si se dice que sus imágenes son casi inmóviles momentos de la naturaleza. Dice: “Bailan como muñecos / mis anhelos, oreados por los vientos”. Y en ese mismo poema: “El mar embriaga mis sarcasmos”. Para explicarse, este espíritu recurre a lo que recurriría cualquier performance de hoy: en colocar objetos en la pared, tiras de papel agitadas por el viento, alguna fotografía desolada. Era violinista y vagó por los caminos. Esto explica un poco estos poemas en que el autor parece querer explicar su angustia personal a través de los caminos. “Se romperá algún día / mi corazón, como un ladrillo”, así como se rompen los objetos con el uso. Lo mismo que los recursos poéticos, y desafortunadamente, en la segunda parte del libro, dichos recursos no fueron debidamente remendados.

Jacobo Fijman, Poesía completa. Buenos Aires, Del Dock, 2005.

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