Hace muchos años decidí tomar el reto de leer las mil
seiscientas páginas de El Don apacible,
la novela de Mijaíl Sholojov (1905-1984). Y hace poco, cumplí con ello. Frente al
desbordamiento, las grandes llanuras, la estepa rusa, frente a los miles y
miles de muertos que sembraron el paisaje de esta novela, me avergüenzo de no poder
escribir ni tres cuartillas. En esta novela mucho más que monumental se abren
las flores, se mueven las constelaciones, se miran crecer los potrillos hasta
hacerse caballos aptos para morir en la guerra. La maquinaria de la naturaleza
y la de la historia se mueven conjuntamente. Asimismo, la del amor. No sabría
decir qué mueve qué, ni en qué proporciones lo hacen. Los años pasan, de tal
modo que se comienza a mirar los ciclos del tiempo. Los ciclos del amor también
se dejan ver claramente: el enamoramiento y la enfermedad de amar que tiene el
protagonista, Grigori Melejov, por una mujer ajena, Axinia. Todos en el pueblo
lo saben y disimulan perfectamente esta pasión imposible. Incluso Natasha, la
esposa de Grigori, que sufre el incontrolable deseo de su esposo por Axinia.
Pero así como los vientos se mueven lejanamente, hendiendo las nubes, la
Historia se acerca a Tatarski, el lugar en que viven estos personajes. Acecha
sus existencias, y muy pronto les hará ver que los soviéticos han derrocado al
zar. Se trata de una población de cosacos que mira con odio al nuevo gobierno;
sus habitantes, cuando pueden, incluso matan con odio a los soldados
comunistas. Toda la novela está narrada desde el punto de vista de los cosacos,
pero la mirada del autor –prodigiosamente amplia– no traspasa los límites de
esta ideología, siempre está situada muy cerca de Grigori o de su familia.
Siempre, en las historias más inmediatas. Algo me parece muy extraño en esta
novela: que sea considerada como la gran obra del Realismo socialista, es
decir, del grupo de escritores más cercanos a la ideología de Stalin. Sin
embargo, hasta el final el autor persiste en su intento de comprender a los
cosacos. El personaje que encarna al comunismo dentro del poblado de Tatarski
es Mishka Koshevoi. Este personaje, que es el asesino del hermano de Grigori,
es también su futuro cuñado, pues se casa con Dunia, la menor de la familia.
Pero representa también el odio revolucionario, el desprecio por los cosacos y
la incapacidad de perdonar. Que todos aquellos que estuvieron en contra del
poder central mueran sin demora. Mishka espera la oportunidad de vengarse de su
cuñado en cuanto los soviéticos lleguen por fin al Don. Y Grigori sabe a qué
atenerse. Faltan pocas páginas para que acabe esta historia. Han muerto casi
todos y el pueblo está desolado. Pronto llegarán los soviéticos, a quienes se
les atribuye la desolación. Quien haya llegado a estas páginas espera el giro que
justifique el poco aprecio que se le tiene a Sholojov, el Nobel sumiso a
Stalin. Pero eso no ocurre. Por el contrario, el pueblo persiste en su miedo al
comunismo. Y Grigori, él toma la decisión de buscar a Axinia, de huir del
pueblo y dejarlo todo. Al fin que a estas alturas de la historia, ambos son
viudos. Se toman de las manos y dejan todo atrás. Pero como suele ocurrir, la
vida de ella se le escurre de las manos cuando la esperanza se mira tan cerca. Que
la naturaleza siga su marcha, lo mismo que la Historia, el corazón se pasma en
esta escena y se detiene. Una escena de cuya belleza no podría decir menos
que se trata de uno de los grandes momentos de la literatura y de la vida.
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Mijaíl Shólojov. El
Don apacible, 4 tomos. Moscú, Progreso, 1975.
Esa misma edición llegó a mis manos hace más de dos décadas, cuando tenía 18 años. Teníamos un vecino que había sido exiliado con su familia en Cuba durante la dictadura argentina. Él creció en Cuba y volvió ya veinteañero. Por motivos que no recuerdo fue entrando en mi familia y cuando vio mi amor por los autores rusos, no dudó en presentarme a Sholojov. Me regaló todos los tomos y después siguió con todos los tomos editados que trajo de Cuba de autores que nunca había escuchado. Me encantó todo en esos cuatros tomos que devoré en poquísimo tiempo. Cuando terminó, resultó que no se conseguía NADA de Sholojov en Argentina. Puse en campaña a la flia y amigos: mi papá encontró un tomo en la biblioteca del partido comunista que quedaba cerca de casa, un amigo revolvía negocios de libros usados cada vez que veía uno y me conseguió Campos roturados tomo II y el primer tomo lo encontramos juntos en otra sede del partido comunista que me lo fotocopiaron porque tenían un tomo (lo tengo hasta hoy anillado). Fue una odisea pero conseguimos todos en dos años. Hoy tenés el pdf pero lo que generó Sholojov en mi familia y amigos, fue hermoso. Tu reseña es especialmente detallada. Me quedo con esta frase "Toda la novela está narrada desde el punto de vista de los cosacos, pero la mirada del autor –prodigiosamente amplia– no traspasa los límites de esta ideología, siempre está situada muy cerca de Grigori o de su familia". La sensación que El Don apacible me deja es esa, la mirada de Sholojov amplia hasta el hartazgo teniendo en cuenta cómo y cuándo fue escrita la obra. Abrazos.
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