martes, 13 de enero de 2009

Una modesta proposicion de Al Gore para impedir que la culpa del calentamiento global recaiga sobre los hombros del capitalismo


Vencimos el nazismo, el comunismo, somos el país mas libre del mundo, abolimos la esclavitud, se resolvió el problema del agujero en la capa de ozono; si superamos esos problemas, podemos superar el Calentamiento Global, dice Al Gore a su auditorio. Por suerte, el capitalismo está a punto de vencerse a sí mismo, aun cuando tenga que destruir todo lo demás, me digo a mí mismo. Los rayos del sol llegan a la tierra y son devueltos al espacio, se nos explica, gracias a lo cual se mantiene la temperatura normal de la tierra. En algún momento, la alta emisión de gas metano impidió que los rayos del sol fueran devueltos fuera de la atmósfera y se quedaran en la tierra, elevando la temperatura. Con cuánta seguridad habla Al Gore, ya que su gobierno ¡ha vencido al comunismo!, así como ha desestabilizado regiones enteras, ha promovido golpes de estado, ha invadido Sudán e Irak, ha patrocinado paramilitares y actualmente patrocina la matanza de Palestinos. Sin duda, Estados Unidos puede vencer el calentamiento global ya que se ha aliado con el Vaticano y con Margaret Tatcher para vencer enemigos como el comunismo. Estados Unidos puede ir a cualquier lugar a implantar la democracia, aun cuando se tenga que ir en contra de lo que deseen los pueblos, ya que ser libre es una obligación y Estados Unidos no descansará hasta vernos cumplir con nuestra obligación. Al Gore ganó el Oscar al mejor Power Point del año, ha ganado el Premio Nobel de la Paz, y por ello es imposible evadir “La verdad incómoda”, ya que es la obra más importante acerca del cambio climático, pero cuando se le examina y se observa la grandilocuencia de sus palabras, se ve su empeño en “podar” su tema, de dejarlo de manera más o menos esquemática. Su crítica al sistema que ha acelerado la problemática del calentamiento global es más bien “atmosférica”, por llamarle de algún modo, ya que deja de lado los problemas de fondo y evita mencionar las relaciones económicas y sociales. Al Gore delimita su tema, es decir que “lo recorta”, para decir exactamente qué es el calentamiento global, de manera imparcial, pues enfatiza que los datos que menciona “no están sujetos a controversia”, son mediciones científicas que incluso revela, ya que antes habían sido mantenidas en secreto por ser consideradas “de seguridad nacional” como es el caso de la cada vez más delgada capa de hielo del polo norte. Pero, ¿de qué sirve delimitar este tema? ¿Por qué causa aparece todo de forma muy precisa? ¿Es que hay algo que no se nos presenta en toda esta compleja elaboración? Cuando uno analiza más de cerca este documental, aparece cada vez con más fuerza una serie de motivaciones personales que han llevado al ex Vicepresidente a dar conferencias por todo el mundo, una potente motivación personal, es cierto, ya que ha visto cómo es que la pequeña granja en donde creció también ha sido afectada por el cambio climático. Pero, de la misma manera, “La verdad incómoda” está dirigida a individuos, es decir a soluciones individuales, ¿pero cuál es la fuerza real de las soluciones individuales? Si Estados Unidos es el responsable del treinta por ciento de las emisiones de los gases que producen el efecto invernadero, ¿cómo es que esa responsabilidad se deposita en los individuos? Sí, conozco perfectamente lo que se nos responde a los que hacemos esta pregunta: que no estamos en la parte de la solución sino que contribuimos al problema. ¡Aunque defiendo mi convicción de que cuestionar no es nunca parte de ningún problema! Me imagino que es necesario poner un granito de arena, ya que poner un granito de arena es una de las actividades más enaltecedoras, todos ponemos un granito y al poco tiempo ya resplandece un bello castillito en la playa, que habla bien de la importancia de colaborar, y podría estar resplandeciendo eternamente como ejemplo de la voluntad hasta que las olas del mar tengan a bien disolverlo en un instante.

Creo que sé a dónde me dirijo: a ver el planteamiento general de la cinta de Al Gore, ya que sus argumentos brotan de manera estrepitosa, con la contundencia de los hechos. Así es que puede verse cómo es que los datos, unos tras otros van haciendo una cascada de certezas, sólo que a causa del calentamiento global se van evaporando y ninguna de sus afluentes llega al mar. Leo que las soluciones propuestas por Al Gore son: planta un árbol, apaga tus electrodomésticos, ajusta tu termostato, usa menos agua caliente. Cuál es el valor de estos granitos de arena con respecto a las oleadas de las grandes transnacionales; si se ponen en práctica estas sugerencias en el mayor número de ciudadanos del mundo, ¿la tendencia general se revierte? ¿Cuánta agua utiliza la Coca-Cola, cuyas ganancias son mayores que el PIB de muchas naciones? El presidente de la Coca-Cola tiene más poder que el presidente de Portugal, pero ¿por qué la gente no puede votar por el presidente de la Coca-Cola? No soy yo quien pregunta esto, sino José Saramago, uno de los comunistas que no ha podido vencer el gobierno de los Estados Unidos. Si las decisiones de las trasnacionales tienen una envergadura mucho mayor que las de los individuos, ¿cuál es su verdadera obligación frente al calentamiento global? Si sólo la lógica de la acumulación del capital es la que ha movido la historia de los últimos siglos, violentando las relaciones humanas para volverlas “relaciones mercantiles”, ¿tiene caso combatir con “placebos” que no vayan dirigidos a la acumulación? “Cuanto más profundizo para buscar las raíces de la crisis ambiental del mundo, más me convenzo de que se trata de la manifestación externa de una crisis interna, es decir, a falta de una palabra mejor, una crisis ‘espiritual’.” (Al Gore) Como quiera, casi siempre vamos caminando junto a este tipo críticos cuando hablamos de los problemas, incluso podemos llegar a estar de acuerdo con sus diagnósticos, pero nunca estamos de acuerdo con las soluciones, ya que no queremos el mismo tipo de mundo. O, por lo menos, no creemos que la solución sea “espiritual”, por más que el documental de Al Gore quiera hacer tropezar al espectador en el charco de la sentimentalidad. Ahí han caído muchos, y muchos siguen ahí, ya que muchos espectadores que no caen jamás en la trampa de un argumento, tropiezan con la sensiblería. “Si crees en rezar, reza… para que la gente tenga el valor de cambiar”, es una de las reglas de Al Gore. Me imagino que se le ha de dar algún valor, ya que de lo contrario no se habría enunciado, y a la fe siempre se le tiene algo de respeto, el suficiente para que se le dé la vuelta rápidamente cada vez que aparece dentro de cualquier discusión.

Pero yo usaba la palabra “placebo” ya que hay un engaño en el recetario que se les da a los espectadores, una suerte de salida anti brechtiana, ya que el espectador hace catarsis con las gráficas del Power Point y sale confiado en que seguir los sencillos pasos del político es suficiente. Nadie se opone a esos pasos (ni rezar le hace daño a nadie), pero cuál es el siguiente paso. Tal vez no haya siguiente paso, pues ya se le mostró al espectador lo sencillo que es el fenómeno del calentamiento global, ya se le insufló la fe y ya se ha visto que el ex Vicepresidente tiene un interés auténtico. “La verdad incómoda” pone una mano para detener las siguientes preguntas, puesto que intenta reducir el cambio climático a un problema de orden espiritual. Pero esto implica un gran intento por conformar al espectador, aun cuando se le disfrace de una “toma de conciencia”, pues se está negando (o se está evadiendo) que las relaciones económicas e históricas sean responsables.

Cuando Al Gore dice “nosotros” está delimitando asimismo su público puesto que son “ellos” los que han vencido al comunismo, los que han luchado por la democracia y los que se han sobrepuesto a sus problemas. Y se hablan a sí mismos, escuchan sus propias palabras de tal forma que no haya duda de que están rodeados de sí mismos. Un grueso forraje de “nosotros”. Una mano que va tocando el mundo y cubriéndolo de “nosotros”. Y así va creándose un mundo seguro, hecho de un “nosotros” que envuelve a un Dios que se va comunicando y manifestando a través de la percepción de esa comunidad. Al Gore hasta habla de un “diseño natural” al que hay que devolver a la naturaleza, una misión importante que Dios destina a su pueblo –y más precisamente, al Partido Demócrata. Pero la contienda electoral norteamericana evidentemente está fuera del “diseño inteligente” divino. Los candidatos no han aprendido nada, o bien lo han aprendido todo:

“Es curioso lo que sucede con los vicepresidentes que eligieron los actuales candidatos a gobernar EE.UU.: el republicano John McCain, que anunció su decisión de combatir enérgicamente el calentamiento global, irá a las elecciones de noviembre próximo en compañía de Sarah Palin, gobernadora de Alaska, miembro de la Asociación Nacional del Rifle y una convencida de que el fenómeno no es producto de la actividad humana. En tanto, el demócrata Barack Obama, que se distingue por haber votado contra la invasión a Irak y no cesa de enrostrárselo a su oponente, será acompañado por Joseph Biden, senador durante cuatro períodos seguidos que apoyó sin reservas la invasión a Irak y ahora la critica y se arrepiente.” (Juan Gelman)

Y el “calentamiento global” bien puede ser un centro de atracción, el cual es tomado o no como bandera, de acuerdo a los votos que otorgue. Aunque todo esto está fuera del orbe que le corresponde a los asistentes a las conferencias de Al Gore, a ellos sólo les toca cambiar focos, usar más el transporte público o “rezar para que la gente tenga el valor de cambiar”. El discurso demócrata transmitido a la humanidad (es decir a los que no son: “nosotros”) quiere ordenar que haga lo que está a su alcance, que cultive su jardín (Voltaire) si es que no ha sido cubierto por el deshielo. Quiere que sea una participación que colabore. Pero de ninguna manera pretende que cuestione nada. Así es como delimita la acción ciudadana, ya que no hay lugar para la protesta. Y así es, en efecto: no hay lugar para la protesta, porque los que protestan pueden pretender ver más allá. Para la protesta hay represión, sobre todo porque los que protestan rara vez quieren quedarse en el ámbito que se les permite, quieren más. Quieren ver si se han cometido crímenes y buscar responsables –y eso es personalizar demasiado. Deberían conformarse con una serie de acciones pequeñas, cotidianas, que no pongan en riesgo nada. Tal vez, el mundo, ¡este mundo desordenado!, pueda volver a su cauce. Quizá así Dios no tenga que manifestarse, pues Dios a veces opta por manifestarse más allá de los límites de su bondad y puede patrocinar una invasión militar. Mientras tanto, conformémonos con que al Gore ha querido compartir con nosotros la culpa. El mal está hecho, parece querer decir, y ahora no es momento de repartir culpas ni de medir responsabilidades: todos tenemos una parte de culpa. Esa podría ser una moraleja superficial de las palabras siguientes de Carl Sagan:

“Nuestra civilización técnica se está poniendo a sí misma en peligro. Por todo el mundo los combustibles fósiles degradan simultáneamente la salud del aparato respiratorio humano, la vida en bosques, lagos, litorales y océanos, y el clima del planeta. Es seguro que nadie pretendió causar semejante daño. Los responsables de la industria basada en combustibles fósiles trataban, sencillamente, de obtener un beneficio para sí y para sus accionistas, de ofrecer un producto que todos deseaban y de apoyar el poder militar y económico de las naciones a que pertenecían. El que no supieran lo que hacían, el que sus intenciones fuesen benignas, el que la mayoría de nosotros, habitantes del mundo desarrollado, nos hayamos beneficiado de nuestra civilización basada en combustibles fósiles, el que muchas naciones y generaciones contribuyeran a agravar el problema, son motivos para pensar que no es momento de echar las culpas a nadie. No nos metió en este apuro una sola nación, generación o industria, y no será una sola de ellas la que nos saque de él. Si queremos impedir que este peligro climático tenga efecto, deberemos trabajar juntos y por mucho tiempo. El principal obstáculo es, está claro, la inercia, la resistencia al cambio de las grandes entidades multinacionales industriales, económicas y políticas que dependen de los combustibles fósiles, cuando son éstos los que crean el problema. A medida que crece la conciencia de la gravedad del calentamiento global, en Estados Unidos parece menguar la voluntad política de hacer algo al respecto.”
No obstante, debe verse la importancia que el científico da a las multinacionales industriales como agentes de la inercia. Y son estas empresas los puntos ciegos, ¡los grandes puntos ciegos! de la argumentación de Al Gore. Es que su telescopio no ve galaxias sino pequeños y aislados puntos celestes.

Me he detenido en el documental de Al Gore por la desmedida difusión que ha recibido “La verdad incómoda” –y por ello me interesa en gran medida exponer las que creo que son sus peligrosas limitaciones. Pues se trata de una obra sin inocencia, que pretende deslindar el problema climático de la realidad social y política. Los aplausos que recogen las ciudades estadounidenses por apoyar la disminución de los gases que provocan el efecto invernadero deberían detenerse un minuto para que podamos ver esta situación luego de la debacle financiera de los Estados Unidos, en donde un banco y una aseguradora –enormemente más grandes que las dos torres gemelas del WTC– han caído encima del mundo. Si el gobierno, luego de rescatar estos negocios, no es capaz de financiar la tecnología necesaria para detener las emisiones de metano, ¿cómo podrá siquiera pensar en la disminución de esas emisiones de gas?

Y luego, ¿qué hacer frente a la socialización de la culpa? Nadie quiere ser culpable, ya que la culpa es un regalo que se recibe en secreto, nadie está dispuesto a tomarla en público. Y aún más, se puede tomar la culpa con palabras, pero nunca asumir ninguna consecuencia. Todos somos capaces de ser culpables siempre y cuando nadie nos pida nada a cambio. Pero la realidad es incuestionable. O por lo menos, pareciera serlo. Y sin embargo, no quisiera estar a favor de cierto escepticismo que pretende ser apolítico, en un momento en el que ser “escéptico” es una forma de “dejar fluir” la destrucción climática, como el “performance” llamado “Placebo” efectuado en mayo de 2008, en Argentina, por el artista Mookie Tenembaum, el cual consistió en poner un cubo de mil kilos de hielo sobre la Plaza de Mayo. Ya que “placebo” es un remedio imaginario para un mal imaginario, Tenembaum se manifiesta contra el calentamiento global, pero considerándolo “un mal imaginario”:

“Placebo llama la atención sobre la cloromanía –manía con lo verde–, y sobre la termomanía, que se han instalado hace décadas. Denomino termomanía a la obsesión por la temperatura de la tierra y a toda una serie de acciones que insumen recursos y energías de un modo irracional para evitarlo. Sobre el tema cabe destacar que los síntomas que hoy alertan sobre el presunto calentamiento global, son los mismos en los que se basó la comunidad científica para anunciar en 1972 –en tapa de la revista Newsweek– que, por el contrario, ese efecto invernadero nos llevaría irremediablemente a una nueva era glacial.”

Dice el artista que Placebo es “una protesta contra los que protestan” ya que “los problemas ecológicos no existen”. Pero esto ya lo han escuchado mucho antes. (Y además supongo que Tenembaum sabe, o debería tener la obligación de saber que los científicos canadienses le advirtieron al gobierno estadounidense acerca de los peligros de los ciclones en Nueva Orleáns –los cuales fueron mucho más que un mal imaginario.) Pongo estas ideas aquí como mero testimonio, pues la protesta ha de ser más imaginativa si quiere continuar con su existencia, ya que ha comenzado una criminalización de la protesta –y asimismo deben estar atentos los que protestan contra los que protestan, ya que el aparato represivo del Estado suele ser muy miope para distinguir estas minucias. Poner un cubito de hielo sobre la tierra caliente para curar imaginariamente una enfermedad imaginaria es, de todas formas, menos agresivo que poner la desnudez humana sobre la desnudez del planeta, como lo ha hecho Spencer Tunick en el glaciar suizo de Aletsch, en 2007, pues la agresión del cuerpo humano desnudo contra la mirada de los moralistas es menor que la agresión del planeta contra la desnudez humana. De la misma manera, el pacifismo crítico es bastante violento, como lo demuestra la gran cantidad de policías que rodea las manifestaciones pacíficas, como es el caso de la protesta pacífica en el aeropuerto londinense de Heathrow, la cual buscaba que éste no se ampliara a causa de su impacto en el calentamiento global. El arte violenta, pero su confrontación del ser no es nada ante los recursos que despliega el poder, o ante Dios, el cual en cumplimiento de Su misterioso plan desciende ante nosotros para preguntar: cuál es el mundo que desean dejarle a las cucarachas.

(Conversación en la Feria Internacional del Libro Universitario, Veracruz, septiembre de 2008)

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