martes, 10 de abril de 2007

TRES SONETOS IMPROVISADOS EN HOMENAJE A RAFAEL SOLANA, por José Emilio Pacheco

Contra mis deseos, y en una muestra de ingratitud flagrante, no tengo posibilidad alguna de participar en las presentaciones de libros, género que al parecer ha sustituido a lo que en otros tiempos fue la reseña.

Acepté hacerlo hoy, aunque en ausencia, porque es lo menos que le debo a Rafael Solana. Se trata de un escritor a quien leí desde que empecé a leer y a partir de entonces lo hice varias veces por semana a lo largo de no sé cuántos años. Además, cuando yo tenía 18, Rafael Solana me hizo en El Universal la primera nota de mi vida. Y esto es algo que no puedo olvidar.

Pienso que a Rafael Solana no le hubiera desagradado que me presentara a esta celebración no con la prosa del diario, y de los diarios y revistas en que él y yo trabajamos toda la vida (con grandes diferencias de calidad y asiduidad a su favor, desde luego) sino con unos versos que no tienen pretensión alguna de hacerse pasar por poesía. Solana también creyó que el verso es un lenguaje como la prosa y puede servir para lo que ella sirve, En el peor de los casos los versos siempre serán más concisos y lacónicos que cualquier otra exposición.

Así pues, muchas gracias por venir aquí esta noche y dedicar unos minutos a estos

TRES SONETOS IMPROVISADOS EN HOMENAJE A RAFAEL SOLANA

1
Para honrar a Solana en este día
me da oportunidad Claudio Delgado
de enviarle en un soneto el demorado
homenaje a su ser y a su poesía.

Me enorgullece, y siempre lo diría,
haber sido lector empecinado
de una inmensa tarea que ha llenado
sesenta años de pena y alegría.

Claudio lo ve “detrás de la sonrisa”.
Así quiso verse él como cronista,
comediógrafo, crítico, ensayista,

y en narraciones que escribió sin prisa.
Y sin embargo su poesía no dista
de los reinos del polvo y la ceniza.


2
Te agradezco también, Pável Granados,
que a mis palabras hoy les des lectura
en la celebración sin desmesura
de estos buenos poemas, olvidados

aun por su propio autor. Ya publicados
él los dejó en la sombra que perdura.
No buscó fama: sólo la escritura
fue su pasión. Hoy vemos asombrados

que el escritor más público y fecundo
de cuatro o cinco textos por semana
fue un poeta secreto. Le dio al mundo

la prosa más veloz, amena y llana,
y guardó para sí en lo más profundo
al poeta que fue Rafael Solana.


3
Volvamos a estos libros. Regresemos
al México de ayer en que escribieron
nuestros clásicos nuevos que nos dieron
lectura para todos. Si escogemos

a nuestro gusto leal siempre tendremos
mucho que disfrutar, porque entendieron
que todo cabe en lo que son y fueron.
Así obtendremos lo que merecemos.

Para todos los gustos hay poesía
en la generación Huerta-Solana
que formaron con Paz la trilogía

de nuestros años treinta, y hoy en día
los vemos perdurar hasta el incierto
presente en el que están, porque no han muerto.

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